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OPINIÓN - MARTES, 19 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Que duda cabe que, en estos tiempos de las fiestas navideñas, traer recuerdos a la mente de tiempos pasados es bonito y hasta si me apuran un poco necesario porque, de vez en cuando, a todos nos gusta impulsar la mente hacia atrás para volver, aunque sea por unos segundos, hasta nuestra época de niñez. Y eso me ha pasado al recibir una felicitación navideña, desde Barcelona, de uno de los grandes amigos que tengo en la vida, Gonzalo Belizón Buadas, popularmente conocido por todos los chavales de aquella época de nuestra niñez por “Cria”.

Cria en deportes era eso que le llaman un todo terreno, igual jugaba al fútbol, al baloncesto y si había que hacer una carera de fondo también intervenía. Pero hay que decir, porque es cierto, que lo que mejor hacia dentro del mundo del deporte, era jugar al fútbol. Futbolista nato, con unas cualidades impresionantes, para la práctica del deporte rey, no tuvo suerte en ese mundillo para el que había nacido y que por causas de la vida, ese mundillo le volvió las espaldas, como se las ha vuelto a algunos otros, que como él tenían muchos más méritos para ser figura dentro del mundo del deporte rey que esas “figuritas” con cintitas en el pelo que se pasean por los campos de España y a los que consideran el no va más del fútbol, cuando ninguno de esos muñecos, creados por la publicidad, servirían ni para calzarles las botas a mi amigo.

Le recuerdo, parece que lo estoy viendo ahora mismo, en el 54 jugando en el Javier, equipo del cura Arenillas, quedando una vez más campeón del torneo. Porque al Javier, el equipo del Cria, no había forma humana de ganarle, lo que llenaba de satisfacción, al padre Arenillas, del que Gonzalo, era su “ojito derecho”

Y ni te cuento, serrana del alma, los partidos que nos jugábamos en la desaparecida Plaza de Azcarate, donde la atracción, una vez más, era ver jugar a Cria, desde la baranda que rodeaba aquella plaza, llena a rebozar, donde tantos encuentros hemos jugados, teniendo a los árboles como porterías. Uno, la verdad, trataba por todos los medios derrotar al equipo de mi amigo. Ese amigo que hacía que la baranda de la Plaza de Azcarate se llenase al completo sólo por verle hacer aquellas “diabluras” con una pelota en los píes. Por cierto, hablando de “diabluras” con una pelota en los pies, tengo que decir y digo, que entre los dos, hemos sido capaces de mantener una pelota sin que se cayese al suelo, durante bastante tiempo. O sea que uno, sin llegar a la altura de Gonzalo, también le daba sus pataditas a la pelota, sin dejarla caer al suelo. Pero mi vida, no iba por el camino del deporte rey, iba por otros derroteros. Sin embargo, la suya era el fútbol, Gonzalo vivía por y para el fútbol. Era su sueño, un sueño que fue capaz de hacer realidad, pero al que la suerte no le acompañó hasta llegar a llevarlo a ser esa gran figura del fútbol que por méritos propios merecía. Así es la vida y de esa forma hay que aceptarla. Nunca llueve a gustos de todo porque, alguien, se encarga de dirigir la lluvia hacia el lado donde, precisamente, no debe llover.

Dicen que la distancia hace el olvido. Nosotros, los amigos de verdad, nunca nos olvidamos por mucha que sea la distancia que nos separe. Siempre estaremos, en el mismo sitio, prestos a darle un abrazo a nuestro amigo. Un abrazo, Gonzalo.
 

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