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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 20 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Como estamos en fiestas navideñas, y hemos prometidos ser buenos durante estas fiestas, vamos a seguir contando cosas de cómo se celebraban las navidades en la época de mi niñez. Esa época donde encontrar algo para comer ya suponía todo un milagro, pero donde se ponían las botas “los estrasperlistas” y hasta algunas de las fortunas, de hoy día, se consiguieron de esta forma de trabajar. Digo trabajar, porque de alguna forma hay que llamarles a quienes se enriquecían a costa de la miseria de los demás, que como en la poesía de la feria de Jerez, te vendían por treinta lo que sólo valía diez. Y eso es lo que había, o sea como las lentejas si las quieres las tomas y si no las dejas.

Quisiera, con el permiso de todos ustedes “usease vusotros”, rendirle un homenaje al animal que más hambre quitó en Navidad a todo el personal, que no fueron pocos, con un potencial económico al del menda. Me da igual que lo comparen con el de antes o con el de ahora, el potencial económico se entiende, aunque a decir verdad, no miento nunca, el de ahora es mucho más potente que el de aquella época donde para ver una “rubia” me tenía que ir a la puerta de una peluquería de señoras. Bueno, no el menda sólo, sino algunos otros que hoy presumen de ser millonarios pero que, para su desgracia, no han encontrado el liquido milagroso que sea capaz de borrarle la huella del aro del cubo en el culo. Otro día hablaremos de esos millonarios o nuevos ricos como le llaman ahora, y de cómo se fraguó su fortuna. Oiga, amigo guardia, que en ese asunto hay tela que cortar.

Bueno, lo dicho, me voy a permitir darle ese homenaje al animal que más hambre nos quitó, en aquella época de ni niñez a los hogares españoles fue, sin discusión a duda alguna, el pollo. Ese pollo que cuando llegaba la Navidad, era esperado como agua de mayo.

La cosa empezaba por comprar un pollo pequeño e irlo criando de la mejor forma que se podía, con lo que sobraba de las comidas y de esa forma, cuatro o cinco meses después, el pollo estaba lo suficientemente criado para darle el matariles y servir de cena de Navidad como manjar exquisito. Todo un año esperando para poderte comer un trozo de pollo en tan señalada fecha.

A veces, con tanto tiempo al lado de uno, nos daba una gran pena que tuviese que ser sacrificado quien, hasta cierto punto se había convertido en uno más de la familia. Pero el hambre es tan poderosa que, para que una vez al año pudieses comerte un trozo de pollo, se sacrificaba con todas las penas del alma pero sin remordimientos Era ley de vida.

Y aquellas mujeres, las mejores cocineras del mundo, las que eran capaces de con nada ponerte de comer convertían, al pollo, en el manjar más exquisito, que habías comido en tu vida. Y encima, su sabiduría era tan grande que con el menudillo, las tripas bien lavadas con vinagre y sal y los huevos, te hacían al otro día una paella que era el no va más del bien comer.

Hoy, en esa memoria vieja que llevo unos días haciendo, recordando cosas de mi niñez, he querido hacerle un pequeño homenaje al animal que sirvió, en todas las casas de los pobres, para comer algo extraordinario en Navidad, el pollo.
 

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