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OPINIÓN - SÁBADO, 30 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Mi amigo de Alcobendas
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Me escribe un chaval de quince años de Alcobendas , me dice que es gay y me pide que le llame así, no hay problema, yo le llamo como quiera, luego manifiesta que es cristiano y me dice si yo odio a los gays. Lógicamente le contesté pidiéndole permiso para responderle con un artículo y utilizar sus iniciales que él me indicó JPO, también hemos quedado para degustar una hamburguesa en Foster Hollywood en mi próximo viaje a Madrid , porque ha aceptado mis explicaciones y encajado la admiración y la envidia que siento cuando, un adolescente de quince años, un simple esbozo de lo que puede ser, con voluntad y esfuerzo, una gran obra maestra, se declara cristiano en estos tiempos de dejaciones y moral de la alpargata. A los quince años yo no era más que una depresiva anoréxica rifeña, a quienes, ni maestros cristianos ni musulmanes lograban sacar de su amargo agnosticismo. Después de vivir el mayo francés desde Nador y siendo horrorosa como adolescente pero normal como mandril, era dificultoso conseguir de mí ni un ápice de espiritualidad. JPO de Alcobendas ya tiene un tanto inmenso apuntado a su favor y ha comprendido que no odio a nadie, pero detesto el exhibicionismo burdo y la vulgaridad. Como buen revoltillo de cristianismo e Islam años cincuenta, opino firmemente que, determinados actos y efusiones pertenecen a la esfera de la intimidad. Y tanto me ofende el ver a dos tíos besándose, como a un chico y una chica metiéndose en público la lengua hasta el gaznate mientras degustan, entre prisa y prisa, una tapa de callos con garbanzos. ¿Qué dicen? ¿Qué si soy una reprimida? Ceo que no, yo me he juergueado todo lo que me tenía que juerguear, he folleteado todo lo que tenía que folletear y he patiperreado todo lo que tenía que patiperrear, pero con límites marcados por la educación y esa añeja asignatura que nos impartían que se llamaba “urbanidad”. Me pregunta mi amigo de Alcobendas si yo le pegaría con una silla y le respondo que tomo antidepresivos para engrasar mi sesera pero que no estoy tan directamente demenciada como para agredir a unos tíos y acabar en la UCI. Aunque haya espectáculos que me hieran profundamente, como las escenas que se dan en el Día del Orgullo Gay donde, por casualidad, nunca aparecen tíos vestidos de imanes con barbas y turbantes, Corán en mano y mofándose y zahiriendo al Profeta Mahoma, sino que todos los ataques, las burlas y las vejaciones nos las dirigen a los católicos. Porque humillarnos y herirnos a nosotros sale gratis, pero arremeter contra la moral islámica es algo extremadamente delicado y suele traer terribles consecuencias. Por unas palabras históricas del Papa quemaron iglesias y mataron a una monjita en Mogadiscio. Y claro, aunque los musulmanes sean duros con la homosexualidad, manda la prudencia y los que salen disfrazados de curas, monjas y Sumos Pontífices saben perfectamente a quienes pueden atacar y a quienes no. Le digo a mi amigo de Alcobendas que a nadie interesa su opción sexual y que no haga de ella bandera ni espectáculo, que la viva desde el respeto, la sensibilidad y los valores y que, lo más importante ahora es el nivel de inglés, la futura selectividad y el seguir trabajando sobre el lienzo, currándose la evolución y cultivando la voluntad, porque dice Enrique Rojas que un hombre con voluntad llega más lejos que un hombre que es tan solo inteligente. Mi amigo de Alcobendas y yo tenemos una hamburguesa pendiente. Eso es.
 

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