PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - VIERNES, 05 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

La manta del ecuatoriano
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Ayer, de mañana, oí la noticia del hallazgo del cuerpo del ecuatoriano. “Restos mortales” llaman a los cadáveres con buen criterio e imbuidos en la moral monoteísta, esa moral nada nihilista que nos hace reaccionar con horror e incredulidad ante el espectáculo de la muerte violenta, insensata y estéril. Y más aún ante las vidas sesgadas por el cáncer del terrorismo y sus metástasis asquerosas con nombres de presuntas formaciones políticas.

El ecuatoriano estaba dormido dentro de su vehículo, fritita la criatura y arropado con una manta para sortear la gelidez de las noches y los amaneceres madrileños. Y se le derrumbaron encima toneladas de cemento del parking de la Terminal IV. Si el buen Dios fue compasivo perecería en el acto, como un salto fugaz hasta la luz previo vistazo enamorado a su madre que le esperaba en Ecuador. Si tuvo mala suerte agonizaría asfixiado en la más cruel de las muertes. Los bomberos encontraron el coche y después la manta y bajo ella al hombre y un caudal de sueños y proyectos rotos. Lo sé de primera mano porque he tenido ocasión de conocer en Madrid a mucha buena gente ecuatoriana que viene a trabajar a la Madre Patria que es como nos llaman. Porque sienten a España madre paridora de su idioma, que es el nuestro, de su religión, que compartimos y de su historia que contribuimos a forjar. No llegan a tierra extraña sino a una Mater Universal que les da amparo y cobijo, donde no se tienen que integrar, porque ya están integrados desde la cuna, donde no se tienen que enfrentar a otros valores, pues los mismos que ellos hemos nosotros mamado y donde no nos diferencia más que el acento, seco el castellano madrileño, con gran prolijidad de eses, de caña de azúcar y melaza el de ellos que hablan como los canarios que es hablar como los gaditanos y las gentes de Huelva pero más al sur y con melodías guanches.

Hablan bonito los de Ecuador y andan enamorados de su Patrona, una Virgen que creo que es la del Cisne y que procesionan con solemnidad y fervor, fotocopiando nuestras romerías y Semanas Santas, porque las raíces marianas son idénticas. Raíces como las de los ficus centenarios que abarcaran ambos lados del Océano, allá la Virgen de Guadalupe mexicana, aquí la Guadalupe vencedora de mil batallas en su monasterio extremeño, Macarena, Esperanza, Soledad, del Cisne, Estrella de los Mares, cien denominaciones para mimar a la mujer judía que ha enamorado a los más grandes maestros, esa a la que le asesinaron un hijo de treinta y tres años. Y apuesten algo a que, el ecuatoriano, primo hermano nuestro, pasó del calor de la manta al calor del regazo de la Madre, de la explosión a la luz, del rostro de su madre ecuatoriana a la sonrisa del Hacedor. Para todos nosotros, los monoteístas, la muerte es vida y encuentro, evolución y fulgor, lugar de amores donde jamás agonizan los sentires. No hay en la muerte pena, ni frío, ni cansancio, ni hambre, ni miedo.

Eso es en la vida. Se lloran, eso sí, los recuerdos ¡que me lo digan a mí con mi hijo mayor Gabriel Pineda que partió hace este mes cinco años! Se pena la ausencia y en mi caso la injusticia de sobrevivirle contra toda ley natural. Pero la muerte es manta que da cobijo y calor, como cobijó en vida al ecuatoriano de Barajas la manta polvorienta de cemento que han rescatado. No seré pretenciosa deseándole que descanse en paz, porque en la paz de Dios está.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto