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OPINIÓN - SÁBADO, 06 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

El pánico de los parados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Eloy Verdugo, a quien le tengo ley, es miembro de la UGT y dice lo siguiente: “Nos encontramos con que Ceuta es la única ciudad española en la que no baja el paro, como consecuencia de una crisis económica que nos acucia desde hace años”. Mohamed Alí, líder de la UDCE, considera que el paro en Ceuta es algo ya endémico.

La falta de trabajo es asunto que termina causando graves problemas en la sociedad donde no se consiga detener su caída en picado. El último barómetro del CIS indica que la principal preocupación de los españoles es el paro. Encabeza la lista de encuestados con el 40,1%. Lo cual es lo más normal del mundo. Pues una persona desempleada sufre lo indecible.

Leo en Internet, algo que ya había leído en un libro editado en el año de 1986, cuyo título es el siguiente: No es fácil ser hombre. “Que la salud mental de las mujeres paradas es mejor que entre las ocupadas”. Y recomienda el articulista que las féminas no vean ello como una recomendación para desertar del mercado laboral. Como si muchas criaturas, debido a sus necesidades, pudieran detenerse a pensar que están expuestas a dejarse la salud en el tajo.

La razón es clara: los hombres siguen sin implicarse en las tareas domésticas y ellas, las que trabajan fuera de casa, acaban currelando dos veces más. De manera que muchas mujeres terminan dándose un tute de mucho cuidado y llegan a la cama con una sola idea: cerrar los ojos y si te vi no me acuerdo.

Cierto que las hay con posibilidades de mantener una empleada en casa o bien reciben la ayuda de algún familiar. Pero tampoco olvidemos a las mujeres que, por haber cumplido cierta edad, no entran ya en los planes de trabajo y están necesitadas de llevar un sueldo a una casa sin padre. Mujeres que se ven obligadas a fregar suelos y encima han de cuidar a sus hijos.

Pero dejemos un tema que la falta de espacio nos impide seguir comentando y vayamos al apartado de los hombres sin empleos. Los hombres parados sufren mucho más que las paradas. Es decir, que la salud mental de los varones, cuando carecen de trabajo, se resquebraja hasta límites insospechados. Es lo que dicen los profesionales de la cosa.

Del pánico de los parados llevo yo escribiendo hace ya la tira de años. Y lo hago porque he pasado por ese trance y sé que es un calvario no deseable para nadie. Describir el desasosiego psicológico del parado es tan difícil cual incompresible para quienes no han sufrido semejante situación.

Al margen de la inquietud material, que ya es de una importancia vital, aparece en escena la angustia de quien se siente invalido. Surge el malhumor y uno comienza a dudar de sí mismo, de su capacidad para encontrar un trabajo adecuado a sus conocimientos. O bien otros donde aprender a marcha forzada su mecánica para no generar dudas entre quienes puedan creer que en tales circunstancias te muestras exigentes a la hora de elegir.

Los psicólogos hablan de que un varón sin trabajo se siente casi emasculado. Y aciertan. Puesto que la cabeza está para poco y ese poco se reduce a pensar siempre en lo mismo: ¿cuándo me llamarán de allá o a ver si puedo meter la cabeza en tal o cual sitio?

Y qué decir de los hombres con hijos adolescentes que se han quedado sin el subsidio de desempleo y no acaban de hallar el empleo más adecuado a sus condiciones físicas. Porque no creamos que trabajar en cualquier cosa está al alcance de todas las personas. En fin, tocaba escribir de los parados y he aprovechado la ocasión para hablar de un drama. Y no me vengan diciendo que hay trabajo pero que la gente no quiere trabajar. Una generalización manida y cruel donde las haya.
 

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