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OPINIÓN - SÁBADO, 06 DE ENERO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Niños sin cabalgata
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

¿Qué tal se han portado con ustedes Sus Majestades? A la hora en la que escribo este artículo, es decir, en la noche de ayer, repaso mi carta que se ciñe casi exclusivamente a la petición de libros monográficos sobre insanías mentales, un tema que es para servidora de ustedes, como el ¡Ommm…! para los budistas. Mi mantra particular. Pero ayer noche, tras una vista al atardecer a la cárcel Alhaurín VIPS, donde ahora han montado una espectacular exposición fotográfica y salpicado los jardines con nuevas esculturas en plan “que no nos falte de ná”, ayer noche me encontré cavilando sobre la chiquillería que, en cada jornada de comunicaciones familiares de esas que se llaman “por cristal” ocupan las salas de espera de los centros penitenciarios.

Viernes 5 de enero, los Reyes Magos desembarcaban a las diecisiete quince en el puerto de Málaga, siendo recibidos por las Autoridades Municipales y bandas de música para iniciar la cabalgata por la ciudad. Los carteros reales apuraban las últimas horas de recogida de cartas y Málaga y supongo que todas las ciudades de nuestra geografía, incluso aquellas en las que, los mandamases son progres-caviar e intentan insuflar el laicismo ateo por pelotas, que es cosa muy democrática y de respetar mucho el sentimiento religioso mayoritario. En nuestra Iberia, en todos los puntos de la piel de toro, los niños okupaban las aceras preparados para un festín de caramelos.

Esperando la tramitación del pase, acodada en la barra del barecito que regenta un filósofo chileno, licenciado en Psicología a fuerza de restañar penas a base de cafés en vasos de plástico, mientras yo atendía el efecto iluminador de la tiamina en las neuronas tras pasti al gaznate acuchada por un buche de cortado, me di cuenta de que existe un contingente importante de chiquillos para quienes, el cinco de enero, vísperas de Reyes, no hay cabalgata sino colas de espera, madres exasperadas o entristecidas, griterío en los locutorios, media hora de parca comunicación y un regreso melancólico, derrotado. ¡Que miren que parecen cansados los familiares cuando salen de hablar con sus presos! Es como si les hubieran caído en cima siglos de agotamiento, los más pequeños lloran, los medianos tienen ya los ojos sabios y los mayorcitos parecen haber aceptado la rutina semanal de la visita al encarcelado como parte de sus vidas. Esos niños que veo en las cárceles me recuerdan a mi personaje favorito de Sciascia, ese comandante Carini del que decía que era un hombre que, pese a parecer no esperar nunca nada, llevaba en sus ojos el corazón mismo de la esperanza. ¿Qué a que obra me estoy refiriendo? Pues a “Los primos de Sicilia”. ¿No se llama el PP “reformista”? Pues que reforme el Sistema en cuanto vuelva al poder y ordene que, o bien los niños no pueden ir a comunicar en Navidades, para no empañar con sombras de barrotes la ilusión de las fechas, o bien los presos de tercer grado tienen que vestirse de Papa Noel y de carteros reales y pulular entre ellos repartiendo chucherías , que es dar pinceladas de amor y de humanidad a las esperas.

¿Qué eso es muy populista? Puede. Pero el pueblo aprecia al que late con él y el latido auténtico está en borrar la solemnidad o la extrañeza de los ojos infantiles que aguardan en las salas de espera sabiendo, a ciencia cierta, que para ellos no hay cabalgata.
 

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