Mis queridos diocesanos:
Me es grato comunicaros que el día del ayuno voluntario es
el 9 de febrero, y el domingo 11 de febrero la Campaña
contra el Hambre en el Mundo (Manos Unidas).
1. Tú sabes leer, ellos no
Una vez más Manos Unidas llama a nuestras puertas, pero
sobre todo a nuestras conciencias con un lema que resulta
elocuente: “Sabes leer, ellos no. Podemos cambiarlo”.
Desearía, como en años anteriores, no solamente animaros a
que cooperéis con Manos Unidas sino también haceros algunas
reflexiones que mentalicen y conciencien a todos en torno a
tan grave problema.
Este lema responde a uno de los ocho Objetivos de Desarrollo
del Milenio que las Naciones Unidas proponen para eliminar
el hambre y la pobreza del mundo. Abrigo la esperanza de que
los católicos gaditanos y ceutís, siempre sensibles ante la
necesidad ajena, responderán con generosidad a esta llamada
de auxilio, basada en la solidaridad.
2. Agudo problema de la educación
En la misma época en la que todos exigimos el respeto
radical de los derechos humanos socio-políticos, puede ser
que no nos tomemos tan a pecho el derecho universal a la
educación y la importancia de la educación primaria en la
erradicación de la pobreza. El Papa Pablo VI nos recordaba
en su encíclica Populorum Progressio, sobre el desarrollo de
los pueblos: “La alfabetización es para el hombre un factor
primordial de integración social y enriquecimiento personal,
mientras que para la sociedad es un instrumento privilegiado
de progreso económico y desarrollo” (PP 35).
El mismo Papa Pablo VI declara la educación básica como uno
de los principales motores del desarrollo de los pueblos:
“La educación básica es el primer objetivo de un plan de
desarrollo, porque el hambre de cultura no es menos
deprimente que el hambre de alimentos. Un analfabeto es un
espíritu subalimentado”(PP 35). La finalidad y el sentido de
la educación es el hombre mismo, que se desarrolla, se
perfecciona y se convierte así en protagonista de su propio
desarrollo y del desarrollo de los demás.
3. 121 millones de niños sin escolarizar
Hay más de 121 millones de niños en edad escolar primaria
que, al no poder asistir a la escuela, se ven privados de
ejercer ese derecho. Como podéis comprobar son cifras
aterradoras. Porque no se trata de imaginaciones nacidas de
una piadosa compasión sino de estrictos estudios científicos
realizados por organizaciones solventes en los mismos países
afectados, como la grave situación en el África Subsahariana.
Son cifras que a todos nosotros, que vivimos, normalmente,
en un determinado grado de abundancia y preparación,
deberían hacernos reflexionar muy seriamente. Cada vez que
tenemos noticia de que un niño o una niña no pueden asistir
a la escuela, algo de nuestra conciencia cristiana debería
sentirse herida por la flagrante injusticia que ello
conlleva. La relación entre pobreza y asistencia a la
escuela es innegable.
4. Un problema que es de todos
El lema de Manos Unidas para este año incide directamente en
nuestras vidas, sin dejar un escape posible: “Sabes leer,
ellos no. Podemos cambiarlo”. Es tarea de todos.
En ocasiones, nos evadimos de todos aquellos problemas que
no nos afectan directamente en nuestra vida cotidiana. Puede
que los comentemos. Inclusive que nos irritemos por el mismo
hecho de su existencia. Pero, después, no pasamos de ahí, no
concluimos en un compromiso consciente y coherente con la
gravedad y urgencia de tales problemas.
No es ésta la actitud correcta de un creyente en Jesucristo,
que vive el espíritu evangélico. Porque el evangelio
identifica el amor a Dios con el amor al prójimo. Cualquier
cristiano, sin excepción alguna, sabe que colaborar en la
tarea de eliminar el analfabetismo en el mundo es posible,
es un acto de amor a los hombres y un signo eficaz de su
amor a Dios, presente en la vida de esos mismos hombres.
5. Programa cristiano de justicia y caridad
El Papa Benedicto XVI en su maravillosa Carta Encíclica
“Dios es Amor” nos hace caer en la cuenta de que la
conciencia cristiana tiene hoy nuevos acentos y nuevas
exigencias especialmente ante el mundo del subdesarrollo, el
hambre y el analfabetismo. Habrá entonces que favorecer el
que los pueblos más pobres sean los protagonistas de su
propio desarrollo. Habrá que estar dispuestos a sostener con
medios económicos las obras y empresas organizadas contra el
hambre, el analfabetismo y el subdesarrollo. Los jóvenes,
especialmente, tendrán que dedicar su vida, vocacionalmente,
a construir un mundo más justo y humano, asentado sobre una
civilización basada en el amor. Para ello hay que construir
cambios de mentalidad valorando más el “compartir” que el
“tener”.
Estoy seguro de que este programa cristiano de amor y
justicia no será una carga opresiva para el creyente, sino
una liberación del egoísmo que oprime. “Os he dicho esto
para que compartáis mi gloria y así vuestra alegría sea
total” (Jn 15,11)
A todo esto nos llama y estimula la Campaña contra el Hambre
en el Mundo y el “Ayuno voluntario”, que la misma campaña
propicia. Todo ello ha de ser un testimonio de austeridad y
un medio de ayuda a los más pobres, que nos aliente a vivir
el sentido del ayuno cristiano y a preparar la Eucaristía
pascual, Sacramento de amor y exigencia de fraternidad real.
6. Invitación a la colaboración
A los sacerdotes, religiosos, religiosas y cristianos
militantes les recuerdo con palabras del Papa Juan Pablo II,
de feliz memoria, que “pertenece a la enseñanza y a la
praxis más antigua de la Iglesia la convicción que ella
misma, sus ministros y cada uno de sus miembros, están
llamados a aliviar la miseria de los que sufren cerca o
lejos, no solo con lo “superfluo” sino con lo “necesario” (SRS
31). El Señor nos ayude a proceder con el ejemplo.
A los educadores les pediría que aprovechen la Campaña para
iniciar a los educandos en las actitudes cristianas
fundamentales, que les lleven a comprometerse posteriormente
en favor del desarrollo, la justicia y la paz en el mundo.
Tal vez será esta Campaña una ocasión propicia para
iniciarlos también, de manera adecuada a su edad, en la
doctrina social de la Iglesia.
7. Exhortación final
A las comunidades cristianas y a las Parroquias pido
encarecidamente se comprometan en esta Campaña contra el
Hambre en el Mundo como un momento fuerte de su acción por
el amor y la justicia. La comunidad cristiana no debe
cerrarse sobre sí misma, sino abrirse a las necesidades del
mundo.
Que la Santísima Virgen, Madre de todos los hombres, avive
en nuestros corazones sentimientos de amor, justicia y paz,
a fin de que edifiquemos una comunidad diocesana que
testifique el Amor en la construcción de un mundo más justo
y más fraterno.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
* Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 19 de enero de 2007
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