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OPINIÓN - JUEVES, 1 DE FEBRERO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Un mundo real
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Es obvio que, ni desde la cubierta de un yate, ni desde la ventanilla de un coche con chofer se contempla un mundo real. Desde mi criterio de maestra Liendre, que de ná sabe y de tó entiende, con la realidad pasa como con las ciudades: que hay que pasearla para aprehenderla, que no es lo mismo que aprenderla, aunque también haya que estudiarla a pie de calle, mezclándose y amalgamándose con lo auténtico. O mejor dicho, con lo abrumadoramente auténtico, porque lo exclusivo, lo glamouroso y lo chic no son sueños de una noche de verano, sino que existen. Pero para pocos. No sé como decirles, por ejemplo, que me es más cercano mi hermano espiritual Karim, alma de IU en Ceuta y siempre enzarzado en unas batallas para las que dice utilizar ese viejo principio de los Maestros “Cuando tengas que elegir entre dos caminos, elige siempre el camino del corazón. El que elige el camino del corazón no se equivoca nunca” soy más afín a Karim que a esa cita en compañía de mi otro hermano, el abogado madrileño Diego Lillo, cuando el sirio Monzer Alcassar, nos brindó con su proverbial amabilidad y esa hospitalidad generosa que viene con la raza, un apartamentito en el Gray D´Albion para montar despacho y encima degustando un café tan espeso que se quedaba de pie la cucharilla en la taza. ¿Qué dicen? ¿Qué como tiene Monzer montado el palacio? Pues con gusto exquisito, abajo un salón para recibir de dimensiones mayestáticas, en el hall un piano y subiendo la escalera de mármol una salita más recogida que es donde recibe , se toma el piscolabis y se ve la televisión.

Abrumador e irreal. Como todas las villas que salpican las proximidades de Banús, de la urbanización Alzambra para arriba. Pero ni a los palacios subí ni a las chabolas bajé, me quedo en el término medio, de patearme la realidad usando el autobús, que voy que vengo. Y no se por qué, los viajeros, me parecen siempre cansados, sobre todo a la vuelta, ya anochecido, cuando regresamos de levantarnos el jornal. Muchos prescindiendo de las incomodidades de pagar uno de los carísimos parkings públicos que ha montado el Ayuntamiento, con gran alharaca, júbilo que todos los malagueños compartiríamos si fueran un servicio público gratuito, pero como no lo es, sino que constituyen sacaderos de dinero, no entendemos tanta autocomplacencia ni tanto “Cumplimos nuestras promesas” ¿Qué promesas? ¿Qué alguna empresa se forre? ¡Pues vaya labor social del pan pringáo!. En fin, que aparcar aquí es difícil y muy caro, los taxis son prohibitivos y hay que tirar de bonobús y viajar en amor y compaña, en solidaria mescolanza y con esa rara educación que hace estar atentos a la entrada de un abuelo o de una abuela para dejarles el sitio. Hay cortesía entre el pasaje y pedagogía, más de una vez he visto a mujeres pregonar a un zangalotón enganchado al ipod y derrengado en el asiento “Tú, muchacho ¡Há er favó de mové los huevos que hay señoras mayores! ¡Habrase visto la poca vergüensa!” Y el zangalotón se levanta a regañadientes, pero ha aprendido algo y todos nos hemos dado cuenta de la especie de fraternidad sencilla que existe entre los que regresan del trabajo, o de hacer compras, o van a un mandáo.

El mundo real no son rostros solitarios y anónimos que pasan unos al lado de otros sin percibir presencias, hay cansancio en los semblantes, pero también humanidad. La gente va fatigada, pero no amargada, al revés, deseando que a alguien le de un pronto, suelte una merdellonería y el autobús entero se parta el pecho de risa. El mundo real es para pasearlo y latir con él, me crean, siempre hay algún instante en que te esponja el corazón.
 

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