PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - LUNES, 5 DE FEBRERO DE 2007

 
OPINIÓN / COLABORACION

... Como si fuera hoy
A Luis López Anglada, al mes de su fallecimiento

Por María Jesús Fuentes


Es todavía muy temprano. Acaba de llamarme Elvira, Viri, con la sequedad ronca que queda en la garganta cuando han brotado lágrimas que humedecen, inútilmente, donde no hace falta. Para eso no es temprano. Ni para ir de viaje. Preparo un bolso de urgencia sin las cosas imprescindibles: es lo que pasa cuando se está aturdido, que se compila el conjunto de supervivencia como si fuera esencial, cuando lo cierto es que se puede sobrevivir sin cepillo de dientes o sin horquillas para el pelo, pero con dificultad (las noticias de cada día me dan la razón) se sale adelante sin la poesía.

En la guantera del coche se arrugaba la última que no llegué a mandarte encerrada en el último sobre que irá a tu nombre. Ahí sigue, con el último beso que le di al aire para que el aire te lo diera y para que te lo quedaras, salino, vivificante, con la fragancia de tu tierra caballa, esta que amaste y de la que te enorgulleciste.

Ni siquiera es temprano para adquirir billetes. Sólo es temprano para morir. Tal vez ni para morir tú… sólo para presenciarlo yo.

Cuando llegué al Tanatorio le dije a Tete que habías tenido una vida plena. Y tanto. Hasta hubiésemos podido llorar de envidia si no fuera porque te la merecías. Más de ochenta años, más de ochenta libros. Diez hijos. Y amigos… ¿Cuántos amigos, Luis?... Con los que estudiaste, (Delibes), con los que frecuentaste las tertulias del Café Gijón, (Gerardo Diego), con los que firmaste tus versos en Espadaña, aquellos a los que acogiste en tu casa, en Castilla, en Madrid, los del Ateneo, los de la AEAE, los que te acompañaron cuando la viudez asoló tus noches y tus viajes, los que ya fallecieron… y los que hoy, tristes y emocionados, inseguros sin la majestad de tu presencia llena y arrolladora, guardamos un sincero luto en nuestros versos, en nuestras charlas, en nuestro presente.

¿Qué va a ser ahora de nosotros? Parecía que ibas a recitar eternamente, que el sonido de tu voz, declamatorio, presidiría, imperecedero, desde tu sillón.

Yo ya te conocí en ese sillón. ¿Tan poco tiempo ha pasado? Estabas más ágil, más móvil, pero igual de fresco, con la mente muy rápida, con la memoria al ciento por ciento. Eso era calidad. Calidad de compañía, calidad de escuela, calidad de conocimiento. Te sabías todo lo antiguo, dominabas todo lo clásico y perseguías todo lo nuevo.

Nunca hubo mayor grandeza para un hombre. Conquistar y luego apoltronarse es frecuente. Llegar y creer que se ha llegado… lo hace cualquiera. Pero buscar, indagar, recibir lo innovador como si la meta no existiera o no fuera más que el espejismo de continuar hacia delante, de crecer, de la exploración, de enriquecerse sin descanso, es la base de la tolerancia, es la seña de identidad del inconformismo, es la característica de la juventud.

Por eso siempre te vi tan joven. Poca gente hay tan joven como tú, tan abierta a las tendencias, tan poeta.

Tú, Juglar de Fontiveros, juglar y trovador, con tu juego de elección y selección de la palabra exacta (así te gustaba definir la poesía), cultivado y cultivador, que tanto valorabas la sorpresa, decir lo que no estaba dicho (decirlo como no se había dicho aún), te has ido así, tan de golpe, para sorprendernos a todos, de nuevo, con tu sonrisa dulce y la complacencia de averiguar ‘Lo que piensan los pájaros’, caminando inmenso por el Parnaso.

Y yo, cuando llegue a mi casa y abra el buzón, apretaré contra mis dedos el último envío con tu último libro, que tan atento, afanoso y trabajador, has tenido la deferencia de hacer.

Supongo que no seré capaz de abrirlo y que lo dejaré estar en la consola, para sentirte cerca, como si acabaras de echarlo al correo. O como si yo acabara de recibirlo.

Gracias por tu hospitalidad, por tu fe, por tu prólogo, por tu apoyo. Gracias por los sonetos, por las rimas, por las anécdotas. Gracias por los recuerdos, por los amigos.

Gracias por tu vida.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto