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OPINIÓN - DOMINGO, 11 DE FEBRERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Alcaldes en FITUR
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 


En FITUR tuve la oportunidad de saludar a Pedro Rodríguez, alcalde de Huelva, y reírme con sus ocurrencias. He aquí un hombre cuya vida consistía en patearse la calle para sacar a los suyos adelante. Fotógrafo de profesión, acaparaba todos los acontecimientos y se hacía apreciar por el personal. Un buen día, de no sé qué tiempo, decidió adentrarse en el mundo de la política y se convirtió en uno de los alcaldes más votados de su tierra.

Llegó al cargo avalado por ese don de gentes consustancial a su persona y se ganó la confianza de esa gran mayoría de onubenses que vio en él al hombre ideal para hacer de Huelva una ciudad extraordinaria. Su éxito indiscutible hizo que sus partidarios, innumerables, decidieran calificarlo como Pedro El Grande. Y, claro, sus adversarios pensaron que ya era hora de acabar con su buena imagen. Y decidieron acusarlo de fornicar a calzón quitado. Un error. Puesto que decir eso de un alcalde conduce a que sea votado hasta por las señoras más devotas y de comunión diaria. Amén de que la estima de PR seguro que fue objeto de una subida de mucho cuidado.

Pues ahí es nada verse, de la noche a la mañana, situado a la altura de aquel Luis Miguel Dominguín en su época dorada de torero y avasallador en tálamos. Aunque, siendo como es el alcalde persona inteligente, me imagino que tales halagos, por más que fueran envenenados, le habrán hecho disfrutar de ellos lo justo. No vaya a ser que de la ficción pase a la realidad y termine por distraerse de lo que es su principal tarea: regir los destinos de la ciudad tal y como lo viene haciendo.

Escribo estas líneas después de haber terminado de leer cuanto se dice en un libro dedicado a Huelva y cuyas fotografías son de una belleza extraordinaria. Un libro editado para que todos podamos apreciar en qué estado de forma se encuentra esa tierra descubridora. Una tierra de destino. y que yo, como homenaje a su actual alcalde, tomo prestado estos versos del libro para definirla:

Y todos los destinos aquí salen, aquí entran, aquí suben, aquí están. Tiene el alma un descanso de caminos que han llegado a su único final. (Juan Ramón Jiménez, “Su sitio fiel”).

Apenas dejé de conversar con Pedro Rodríguez, gran amigo de Ceuta y de Juan Vivas, hizo su aparición otro alcalde en el pabellón de Ceuta: el de El Puerto de Santa María. Fernando Gago también ha querido que los ceutíes sean distinguidos en las próximas fiestas abrileñas de la localidad gaditana. Pero de ello ya habrá tiempo de hablar.

La presencia de Fernando me trajo recuerdos de una edad donde los miedos y las fobias se hacen presentes a cada paso. Esa edad en la que ambos estudiábamos bachiller en un colegio regentado por los jesuitas y cuyos profesores se encargaban de que nuestra formación fuera la mejor posible. Aun así, recuerdo cómo yo sentía cada día más aversión por el profesor de matemáticas. Quien no comprendía por qué mis notas eran excelentes en todas las asignaturas y sin embargo en la suya no ganaba para suspensos.

A mí me horripilaba el tener que salir a la pizarra para hacer demostraciones. Y él se irritaba al comprobar mis fracasos. Un buen día, ofuscado por su frustración, me tiró con un paquete de tizas. Y mi respuesta no se hizo esperar: le lancé un tintero de plomo, sacado de su sitio en el pupitre, y lo entinté de arriba abajo.

El profesor, que era además un teniente de Ingenieros, no tomó ninguna medida contra mí. Pues comprendió a tiempo que si a los doce años yo detestaba ya las matemáticas, alguna culpa tendría él. En rigor: los fracasos escolares no siempre han de ponerse en el debe de los alumnos. A veces es necesario estudiar el problema. Ya he dicho una simpleza.
 

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