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OPINIÓN - MARTES, 13 DE FEBRERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los locutores de fútbol
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me llama para recomendarme un libro. Seguro que te va gustar, me dice. Y lo creo. Pues es lector de altos vuelos. Y nos ponemos a conversar acerca de lo poco que se lee por culpa de la televisión. Te habrás fijado, además, que en cuanto te pronuncias al respecto, ya hay alguien preparado para decir de ti que hablas como un pedante. Le respondo que acierta con su comentario. Pero que a mí me importa un bledo lo que digan quienes cada día están más convencidos de que entrar en una librería es exponerse a que el librero les muerda.

Cuando toca despedirnos, mi interlocutor me pregunta en qué voy a emplear mi tiempo el fin de semana. Pues su telefonazo se ha producido en tarde sabatina y en la televisión está jugándose un partido de tenis correspondiente a la Copa Davis: el doble entre Suiza y España. Un partido al que he accedido en su tramo final y cuyo último set tiene trazas de no acabarse nunca. De momento, quiero ver ganar a los tenistas españoles en Suiza. Luego, tengo previsto apasionarme durante media hora con el partido de baloncesto entre el Tau y Real Madrid. No puedo asistir a todo el encuentro porque a las ocho juega el Real Madrid en San Sebastián. Y allá que me voy a fin de comprobar si en Anoeta se produce el tan deseado, por la prensa, descalabro madridista. De manera que sirva para que destituyan a Fabio Capello.

Mi conocido, no puede aguantarse más y me recuerda que se empieza así y se termina viendo hasta los programas basuras. Le contesto que nunca será mi caso. Pues a mí, lo mismo que me encanta que las gentes encuentren satisfacciones plenas acordes con sus orientaciones sexuales, sea cuales fueren, me desagrada que las vayan contando en ese patio de vecinos que son las televisiones. Tras despedirnos, eso sí, volviendo a hablar de libros, espero pacientemente que los acontecimientos deportivos me hagan pasar un sábado entretenido.

De momento, Verdasco y Feliciano López me dejan con el sabor agradable de la victoria. Al Madrid de baloncesto lo dejo perdiendo frente al equipo vitoriano. Y en Anoeta, cuando apenas ha comenzado el balón a rodar, me doy cuenta, una vez más, de que las retransmisiones de fútbol se han convertido también en programas basuras. Y es que los locutores deportivos, que se salve el que pueda, se comportan con una parcialidad rayana en la desvergüenza. En ocasiones, pienso que semejante conducta pueda ser debida al desconocimiento. Mas pronto desecho esa idea. Porque poco después son capaces de airear los fallos de otros jugadores que no sean sus preferidos.

Hay en los partidos televisados al Madrid, por PPV, un tal Emilio G. Carrasco, que ejerce como narrador, cuya obsesión radica en decirnos si Casillas está bien vestido, si suspira, si se lamenta, si sufre... Y que aprovecha cualquier motivo para dirigirse al glosador que tiene a su vera, Emilio Amavisca, con ánimos de que éste exalte la figura del portero a cada paso. Y entre los dos se montan su repertorio adecuado a contarnos las gestas del guardameta internacional.

De no ser porque ambos no han dado motivos para creer que han salido del armario, uno juraría que están colados por la figura de un muchacho que más bien parece tenor. El gol de la Real Sociedad es merecedor de que ese portero pierda la titularidad. Puesto que no es la primera vez que atropella la razón en el juego aéreo y demuestra que sus golpeos de balón con los pies producen que los rivales dominen la parcela central del campo. Ante tamaño desastre, los dos locutores nos hablaron del efecto del balón; del viento, y de los fallos de Bravo: guardameta local. Que sí estuvo fatal. Tan mal como Casillas. Pero éste, en esta España de programas basuras, goza de inmunidad. ¡Ay, el dinero que reparten las marcas deportivas!…
 

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