La visita de Jordi Sevilla
al pabellón de Ceuta, situado en ese escenario prestigioso
donde se celebra la Feria Internacional de Turismo, como
anticipo de su viaje a esta ciudad, para firmar acuerdos ya
consabidos, fue tan oportuna y conveniente para que
socialistas y populares se sintieran satisfechos y dejaran,
al menos por un día, de tener en los insultos la única
manera de debatir las diferencias.
Recuerdo que ese día, 2 de febrero, a Juan Vivas se
le notaba que la anunciada presencia del ministro de
Administraciones Públicas, en el stand, le producía la
consiguiente alegría. Pues él sabía que el ministro iba
dispuesto a confirmar concesiones muy provechosas para
Ceuta. Es decir, que llegaba con un pan debajo del brazo. Ni
que decir tiene que las declaraciones de ambas partes, al
finalizar el encuentro, rezumaban contento.
Pocos días después, Juan Vivas hubo de viajar a Madrid para
asistir al acto de presentación de los candidatos del PP a
las elecciones autonómicas. Un hecho programado de manera
inoportuna e inadecuada para los intereses del presidente de
la Ciudad. Quien a buen seguro hubiera deseado otra fecha
para halagar a Mariano Rajoy y, de paso, mostrarse
belicoso con el Gobierno que preside José Luis Rodríguez
Zapatero.
Y es que no pegaba lo más mínimo, tras los acuerdos con
Jordi Sevilla, tachar a los gobernantes socialistas de
insolidarios y partidistas. Una contradicción que no
corresponde con la manera de ser del presidente ceutí. Pero
que se vio obligado a introducir en su discurso, cual
candidato, para no desentonar en un sitio donde si te
muestras razonables con algunos acciones socialistas,
Acebes y Zaplana te pueden apuntar en la libreta
de los apestados.
Por consiguiente, no me extraña que Antonia María Palomo
haya puesto el grito en el cielo, aprovechando la visita del
ministro de Administraciones Públicas. Y es que, en esta
ocasión, la secretaria general de los socialistas está en su
perfecto derecho de largar al respecto. Porque Vivas,
siempre tan cauteloso y equilibrado en sus declaraciones, no
supo estar en Madrid a la altura que le corresponde a esa
mesura que se le atribuye y de la cual da ejemplos diarios.
Mas un mal día lo tiene cualquiera.
Lo lamentable es que su pifia haya sido por temor a
desentonar en el ambiente del cual participaba. Por temor a
verse en estado de inferioridad ante los mastines de su
partido. Y a ser juzgado si su discurso hubiera sido justo y
sensato, en esos momentos, como alguien carente de la mala
baba que los duros del PP reclaman para batir a los
socialistas en las urnas.
Digo que eso es lo lamentable, porque Juan Vivas, lo repito
una vez más, no necesita convertirse en un can fiero para
ganar las elecciones. De ningún modo. Y, sobre todo, su
forma de ser está reñida, total y absolutamente, con el
hacer discursos en los cuales primen las mentiras porque sí.
Por la sencilla razón de cumplir con ese tópico de que al
enemigo ni agua que exigen los mandas de su partido.
Así, tan criticables son las declaraciones de Juan Vivas en
el día de su reconocimiento oficial en la sede de Génova,
como las hechas por el PSPC, diciendo que el presidente de
la Ciudad se ha vendido por tres millones de euros. Menos
mal que entre la falta de saber estar de unos y de otros, ha
sido Jordi Sevilla, ministro de Administraciones Públicas,
quien ha puesto la nota de sensatez: “Ceuta no tendrá trabas
para ser una comunidad”. Amén.
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