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OPINIÓN - JUEVES, 15 DE FEBRERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Comportamiento cutre
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ha vuelto la política a ser el centro de conversación y se nota de qué manera las discusiones están causando estragos entre conocidos, amigos y familiares. Todo el mundo cree estar en posesión de la razón y cuando alguien se queda sin argumentos saca a relucir el tono bronco y uno tiene la impresión de que está a punto de ser testigo de un duelo a navajas.

Durante las tertulias televisadas me doy cuenta de que los odios de los contertulios son cada vez más africanos. Se miran con la crueldad de quienes creen a pie juntillas que el contrario no pertenece a la España deseada por él. Y a partir de ahí las palabras de ambos bandos salen atropelladas, tonantes y biliosas.

Los hay que no cesan de infundir miedos. Gritan, a veces, que la religión y la patria están en peligro. Otras, no tienen el menor reparo en decir a voz en cuello que si bien no saben quienes pusieron las bombas en los trenes de cercanías de Madrid, aquel 11 de marzo fatídico, sí aseguran que se mataron a tantas personas para echar del gobierno al PP.

Y lo proclama, mayormente, alguien cuya inteligencia está mal empleada. Y lo hace desde un medio poderoso cuyos gerifaltes bien harían en evitar las confrontaciones constantes con el poder político. Y, desde luego, antes de ponerse al frente de manifestaciones callejeras, algunos obispos tendrían que preocuparse más de que la Iglesia se hiciera presente en la sociedad de modo adecuado.

Tampoco tienen desperdicios quienes se proclaman progresistas y no paran de martirizarnos con un regreso al tradicionalismo por el camino de las autonomías. España ha sido un país alimentado por los mitos. Y ya está bien de que catalanes y vascos nos sigan contando historias para no dormir.

Historias que les han legado hombres de mentes estrechas y visionarios de pacotilla. Donde les recuerdan que hubo edenes medievales que fueron erradicados por el centralismo castellano. Una Castilla de nervio imperialista y en la cual se generaban todos los males que impedían la evolución de la periferia. “Ya por medio del hidalgo orgulloso y perezoso, del cura inquisidor, el conquistador despiadado, o el cruel e inculto soldado”.

El mito actual, pues, parece ser el regreso a la aldea y el campanario. Y para demostrarlo ahí está el juglar que lamenta, sentado en la plaza de su pueblo, lo verde que era su valle. Así que no me extraña lo ocurrido el martes, durante la visita del ministro de Administraciones Públicas, cuando un grupo de personas le llamó traidor a Jordi Sevilla y al presidente de la Ciudad, Juan Vivas. E insultó también al comandante general.

Y yo me pregunto: ¿cómo es posible que alguien que hace uso y abuso de los medios de comunicación y desde los que no cesa de hacerse el artículo y pone como chupa de dómine a las autoridades, se permite el lujo de hacerse representar en la calle por medio de varias voces que gritaban consignas de una vulgaridad apabullante.

La libertad de expresión es un derecho. Sin duda. Pero ha de emplearse con más sentido común. Las groserías, esas que hacían que Lenin detestara al mismísimo Stalin, identifican al sujeto. Un individuo que se viene retratando como un ciudadano de esta España, actual, donde la demagogia está haciendo un enorme daño. Menos mal que en el caso que nos ocupa, es decir, el del líder del PSPC, se convierte en efecto bumerán. De todos modos, su proceder es bien cutre. Y conviene recordárselo.
 

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