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OPINIÓN - LUNES, 19 DE FEBRERO DE 2007

 
OPINIÓN / EDITORIAL

El carnaval y calle, exégesis de popularidad

Acabó la polémica para dar paso al disfrute. El carnaval sale de sus habitáculos tras la lúdica ‘confrontación’ que duró hasta la mañana de ayer. No tiene ya importancia el rango y el rasgo, la despreocupación pululará hasta, tras el ‘Entierro de la Caballa’ cuando Cuaresma muestre la fría presencia de una muerte que llama al recato. No obstante, mientras tanto, ménades, pléyades, faunos y hacedores de sortilegios embriagadores de la propia vida disfrutarán del cotarro.

Afortunadamente, ya no hay que hacer elección; sólo cabe ese mismo disfrute que se conjuga con el placer de ver cómo quienes manipulan la fiesta se han quedado en la explanada ridícula y miserable del ‘mirarse el ombligo’ -incapaces de tirar hacia delante- y seguir, recalcitrantes, en el espacio iracundo de su mismidad (como señalaba el maestro sanroqueño de la psiquiatría Castilla del Pino), invalidados para mirar hacia otros devenires.

El paisanaje decorará el paisaje con su desvergüenza, con sus ganas de decir lo que piensa, con su materia de cinismo, trastocados en bata de cola y sin pedir permiso por existir ni por estar ávidos del recreo. Pero ellos, los amantes del ‘cuartelillo’ expresivo de febrero, no quieren que la estúpida zafiedad se haga protagonista de sus espacios. Desean seguir en su ámbito habitual, porque los carnavaleros no tienen necesidad de reivindicaciones absurdas: lo suyo es a la par ‘una gozada’ para aquella tierra a la que quieren aplicarle el epíteto de ‘amable’ (que se puede amar).

Precisamente pensando en la calle se hacen las letrillas, no para ‘retrogusto’ personal, más bien para incitar a la procaz verborrea de lo jocoso. El carnaval ceutí salió del escenario -que no es más y se debe interpretar de mayor manera: que un gesto inicial (casi iniciático)-, ahora con las gentes a reír y considerar un mundo más divertido. Tiempo llegará para los abatimientos.

El carnaval, ahora sí, se torna popular. En cada sitio con su marca, fijada en el tiempo por el libre albedrío de las plazas y calles. Disfruten y vean.
 

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