Como consecuencia de la
celebración del Carnaval y las intervenciones de las
diversas murgas, chirigotas, cuartetos o comparsas que
suelen actuar en el Concurso que anualmente convoca la
Consejería de Cultura, se ha venido observando,
principalmente desde el pasado año en que algunas letras no
fueron del gusto de cierta población de la ciudad,
principalmente la musulmana, ciertos enfrentamientos que
dieron lugar a incidentes que, por suerte, no llegaron a
mayores y este año, ya antes de la celebración del concurso,
se han cruzado diversas opiniones encontradas sobre el
mismo.
Nosotros que ni entramos ni salimos en esto del Carnaval,
aunque reconocemos que tiene sus adeptos y que, como parte
integrante de la Ciudad y seguidores del mismo, tienen su
perfecto derecho a llevar a la práctica, a través de los
grupos que para ello se forman y de exteriorizar, una vez al
año como así lo vienen realizando, sus quejas o críticas a
la ciudadanía en general o a los diversos estamentos
públicos que, quiérase o no, llevan implícitamente “incluido
en su sueldo” el derecho a presentar sus quejas que, en este
caso, en vez de en el libro correspondiente, formalizan a
través de sus canciones carnavalescas. O sea, que diríamos a
estos últimos, son “servidumbres del cargo” y así hay que
entenderlas.
Pero ello no obsta, por otro lado, a que las críticas no
pasen de lo meramente anecdótico y gracioso, dentro de las
quejas que quieran exponerse, al insulto personal o palabras
gravemente injuriosas con referencia a la cualidad o
menoscabo de la fama o estimación personal que, caso de no
aceptarse, tienen su trámite legal en los juzgados que están
para dirimir o resolver la controversia que pueda
suscitarse. Luego entonces, estamos totalmente en desacuerdo
con las acciones citadas que llegan al insulto personal así
como con aquellas otras que, por no estar de acuerdo, las
expresan llevando a cabo altercados públicos, roturas de
escaparates o lesiones a particulares que en nada han
intervenido ni participado en tales actuaciones y, aunque
así fuera, ahí están, como decimos, los tribunales para
resolver las diferencias que pudieran darse entre unos y
otros.
Hay que ser, pensamos nosotros, indulgentes con los posibles
agravios que pudieran entender quienes, principalmente
musulmanes, no admiten estas actuaciones, como así, desde
siempre, se viene soportando por los cristianos, por
ejemplo, las llamadas por altavoces de cierta potencia, que
molesta a los vecinos en su descanso, a los rezos diarios
desde las mezquitas sean las 4,27 o las 5,35 de la
madrugada, sin que por ello se organicen protestas o
algaradas contra quienes llaman a practicar la oración. Es
más, en nuestro caso particular, nos servía para recordar
que también tenemos que elevar la mente a Dios para pedirle
mercedes o alabarlo.
Por consiguiente, muy sucintamente expresado, podríamos
decir que lo que debe mantenerse es el entendimiento y
concordia entre todos, como viene sucediendo, sin que estos
hechos produzcan más que una cuestión anecdótica que, como
tal, así debe admitirse ya que debe prevalecer, por encima
de todo, el interés del conjunto de la población y
perseguirse la relación amistosa y el bienestar de cuantos
tenemos la dicha de sentirnos y ser ceutíes.
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