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sociedad - LUNES, 26 DE FEBRERO DE 2007


ollas de paella. ÓSCAR.

carnaval / ‘paella
 

Casi 100 kilos de arroz para
llenar los estómagos carnavaleros

La Marina se transformó ayer en la viva imagen de la Albufera valenciana gracias a la ‘paellá’ que cerraba los actos de carnaval antes del entierro de la caballa
 

CEUTA
Oscar Varela
local
@elpueblodeceuta.com

La cola de gente que había para hacerse con un plato de paella imponía respeto, y más con el excelente sol que comenzaba a hacer de las suyas a eso de la una de la tarde. La fila era lo primero que veía uno al acercarse por la Marina a disfrutar de la ‘paellá’ que Rafa ‘el cardiaco’ y los miembros de la peña ‘Las plantas’ preparaban con deboción y buen hacer para el disfrute de los ceutíes.

Lo demás puede imaginarse dado lo buena que salió la paella, o mejor, las paellas, ya que se prepararon nada menos que una para 500 personas, otra para 300 y cinco más para 100 personas cada una. Casi nada. Un punto a favor fue la consideración con el resto de culturas de Ceuta, ya que se preparó sin cerdo, con marisco (ole), y con pollo matado al uso musulmán para que también pudiesen disfrutarla.

El arroz, en su punto, y de cantidades ya no decimos nada porque, a la luz de lo dicho, sobran más comentarios. Comieron hasta los peces voladores. Las familias ceutíes se dieron un agradable paseo hasta la Marina, disfrutaron del día espléndido que lucía para acompañar este último acto de carnaval antes de que la Caballa pase a mejor vida, y se organice su sepelio entre llantos y deseos de que pase pronto el año para volver a disfrutar de la fiesta.

Rafa y su cuadrilla disfrutaban como podían, ya que estar cocinando paella desde las 9 de la mañana tiene su tela, y más cuando el sol empieza a apretar al lado de los fuegos que preparan el arroz. Pero el buen humor y las ganas de pasarlo bien eran la nota dominante.

Las familias, una vez esperada la cola y con su platito en las manos -por cierto, se llevaron más de 3.400 platos- se sentaban para comer a dos carrillos, que la ocasión lo merecía. Los niños jugaban junto al escenario. Las madres charlaban al sol detrás de sus gafas oscuras. Y los hombres departían, no muy lejos de la barra, comentando el partido del derbi madrileño o los concursos carnavaleros.

Y en todo momento, el platito de paella en las manos. Una paella de la que alguien dijo, en una deliciosa nota de humor carnavalero, que estaba tan buena que muchos daban media vuelta en el sitio para cojer un segundo plato sin esperar la fila. Una mañana de domingo apacible, tranquila, glotona, y pasada por sol y por risas. Una mañana para reponer fuerzas después de todas estas fiestas y afrontar con la tripa llena la cuaresma.
 

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