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OPINIÓN - JUEVES, 1 DE MARZO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Moderación
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El desinterés de los ciudadanos por la política es evidente. Lo cual es una consecuencia de lo mal visto que están los políticos. La gente les ha perdido el aprecio y lo peor es que también los acusa de ser los culpables de los muchos males que nos aquejan.

Los partidos se han convertido, desde hace ya mucho tiempo, en agencias de colocación. Empresas destinadas a conceder empleos a quienes les juren fidelidad de por vida. Las ideas han pasado de moda y la militancia se sostiene con prebendas.

Llevamos casi tres años donde la bronca permanente entre el Gobierno y la oposición está causando hastío en el pueblo. Es verdad que los debates entre políticos forman parte del juego democrático. Son necesarios. Aunque no hasta el extremo de estar todo el día poniendo cara de Pepiño Blanco, de Acebes o Zaplana.

Ninguno se toma un respiro. Dan la impresión de que llevan mucho tiempo sin comerse una rosca. Más les valdría imitar a Clinton a ver si se les cambia el semblante y dejan de mostrarse con esa agresividad de hombres insatisfechos.

Al Partido Popular, nunca me cansaré de decirlo, la forma de comportarse de los ya reseñados políticos le impide avanzar en las encuestas. Convertirse en verdadera alternativa de poder. En cuanto asoman sus cabezas por los telediarios hay muchas gentes que tuercen el gesto y miran hacia otro lado.

Y qué decir cuando aparece el nuevo D’artgnan. Produce grima verlo en esa línea de los mejores histriones, con aire de perdonavidas insoportable, y dispuesto a que en su partido se le siga rindiendo pleitesía acorde con su afán de convertirse en el Deseado. Está tan metido en su personaje de gran estadista y tan convencido de que España sin él acabará hecha un desastre, que hasta José María García, otrora su amigo del alma, lo describe como un personaje trasnochado.

Aunque bien es verdad que José María Aznar cuenta con un yerno, tan vividor y tan actual, que se permite el lujo de declarar que su suegro nunca está ni de buen ni de mal humor. Sencillamente, porque carece de él. Si bien es cierto que Tariq Agag es el único capaz de alegrarle las pajarillas.

Pues bien, con tales formas de ser de sus dirigentes más destacados, el PP se aleja cada vez más de ese espacio político que llaman centro. Y que significa moderación y renuncia a la gresca diaria, a la trifulca cada dos por tres y a llenar las calles de vociferantes por sistema. Todo ello conduce a que Mariano Rajoy se sienta como gallina en corral ajeno. Puesto que él no es partidario de la bronca. De gran utilidad para el desahogo momentáneo. Pero que quita votos a granel.

Y MR, debido a que se encuentra sometido a la presión de los más fieles militantes que le piden que combata con fiereza a los socialistas, mientras sus consejeros más leales le recomiendan calma, anda hecho un mar de dudas. Y esas dudas influyen negativamente a la hora de ser valorado cual líder. Mal, según nos dice la última encuesta del CIS.

Los populares, ante esta situación, deberían aprender de Juan Vivas. Que lleva ya más de seis años en el poder y aún no ha conseguido nadie sacarlo de quicio. Y es que éste consigue siempre que su estilo aparezca ecuánime. Y pocas veces se desmanda en golpear a quienes tratan de provocarlo con criticas personales. Hechas con la inequívoca intención de reducir su estima. Es un profesional indiscutible de la calma. De ahí que consiga dominarse para no actuar con ligereza.

¿Acaso es todo pura superficialidad? Mas si fuera así, miren ustedes, es el comportamiento ideal para gobernar una ciudad con sangre fría. Una ciudad compleja, además, como es Ceuta.
 

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