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OPINIÓN - MARTES, 6 DE MARZO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

¡El tiempo está loco!
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

“Marzo ventoso y abril lluvioso, hacen a mayo florido y hermoso” O al menos eso se ha dicho desde tiempos inmemoriales y es una aseveración que pertenece a nuestro imaginario colectivo, al igual que suspirar y afirmar “¡El tiempo está loco!” y más majarón que se va a poner si no aplicamos, a nivel mundial, los protocolos y los países no se responsabilizan y le echan imaginación al asunto y cojones a los intereses de las multinacionales que dominan el planeta. ¿Qué si me voy a poner en plan conspiranoico? Si. En efecto. Soy de la firme creencia, que no me parece aberración fantástica ni chaladura, de que, el petróleo, se puede fabricar perfectamente con fórmulas de laboratorio y a precios irrisorios, pero, las grandes petroleras no lo permiten porque hay enormes intereses económicos en juego. De hecho es bien sabido que, cada año, se registran patentes sobre inventos novedosos y energías alternativas que son adquiridas y retiradas del mercado.

Los coches eléctricos son una realidad, pero no interesa su promoción y fabricación a gran escala porque supondría la ruina de ese ramillete de individuos que, a la postre, son quienes mandan en el globo comercializando el crudo. Así que seguiremos comprando la gasolina y el gasoil y los Estados lucrándose de los escandalosos impuestos con que nos crujen cada vez que apretamos el botón de la manguera, entre suspiros y admoniciones. Mientras tanto, respiramos smog, nos envenenamos con la polución, el agua potable es un problema a nivel mundial y a ningún Séneca se le ocurre que, en lugar de mandar sacos de billetes a los corruptos gobernantes de países desastrosos, para que engorden sus cuentas suizas y pertrechen a sus ejércitos para acoquinar a la desdichada población, que lo interesante es que, los corruptos no vean ni un duro de refilón y se comiencen a montar desaladoras y canalizaciones al estilo de Israel. Porque ¿Qué era Israel cuando llegaron los primeros samuelitos a recuperar la Tierra Prometida de sus antepasados y sus territorios históricos? Pues un puto erial con cuatro cardos un par de cabras famélicas, donde no crecían ni las chumberas. Comenzaron los kibutz, a desalar, canalizar, potabilizar y plantar, a currar como ellos curran y en diez años aquello era y es, aparte de un vergel, la única democracia occidental en Oriente Medio y una economía francamente competitiva.

A nivel del empleo de los recursos hidráulicos, nuestra España, bien podía echar cuentas de los samuelitos prepucios descapotados, mandar allí a nuestros ingenieros o traernos a los judíos y reforestar la piel de toro, aquella que fuere un inmenso bosque, donde, una ardilla, podía llegar saltando desde los Pirineos a Andalucía. Las desaladoras no son baratas, pero más cara es la desertización de regiones enteras e infinitamente más costoso y antiestético, amén de poco natural, son esos cultivos bajo plástico en invernaderos con “cosechas tempranas” artificiales y donde y que Dios perdone mis sospechas, apuesten cualquier cosa a que, los jornaleros se mean, porque no he visto aún invernaderos bajo plástico con resplandecientes wáteres y duchas alicatadas a su vera. Comemos artificial y meado y seguro que lleno de abonos, plagicidas y pesticidas, hasta el punto de que, en la península, los llamados “productos de agricultura ecológica” es decir, ese melocotón madurado bajo el sol, esas peras de agua sin potingues, esas naranjas que tienen hasta zumo, frutas y verduras de la huerta, alcanzan precios prohibitivos y son considerados un auténtico lujo. Si el tiempo está loco, mayeando en marzo y marceando en mayo, nosotros estamos pirados y nuestra conciencia ecológica llega, como mucho y en lugares altamente civilizados, a tratar de reciclar la basura arrojándola en bolsas de distintos colores. Y en la mayoría de los casos, ni eso.
 

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