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OPINIÓN - SÁBADO, 24 DE MARZO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

La fotografía
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Leyendo este periódico, llego a la página 6 y se me viene a la vista una fotografía de Juan Vivas y Jenaro García-Arreciado. Ambos, según dice el pie de foto, están frente al stand de ACEMSA, debido a que se celebra el Día Mundial del Agua. Su presencia en el paseo del Revellín es para repartir folletos. Pero no es del problema del agua de lo que yo quiero hablar, pues llevo ya mucho tiempo sin recibir lecciones al respecto de Manuel Gómez Hoyos, sino de las posibilidades que me ofrece el daguerrotipo de Vivas y García-Arreciado para leer en los labios de ellos la conversación que están manteniendo.

Las dos autoridades se delatan por los gestos inmortalizados, por las medias sonrisas y por los semblantes de pícaros que reflejan la fotografía. Ciertamente, me ayuda también el saber que todavía colea el enfrentamiento entre el político onubense y el diputado de Ceuta, Francisco Antonio González. Por todo ello, me atrevo a decir que la cháchara transcurrió más o menos así:

Delegado del Gobierno: Juan, te has fijado la pajarraca protagonizada por el diputado de vuestro partido...

Juan Vivas: Mira, Jenaro, debes comprender que el hombre está sufriendo la crisis de los cuarenta y tantos años.

DG: Coño, Juan, pues bien podría desfogarse de otra manera y no metiéndose conmigo y con tanta saña.

JV: De cualquier manera, estimado delegado, tú le has aplicado un correctivo muy fuerte. Lo has puesto a parir.

DG. Hombre, ¿qué hubieras hecho tú de estar en mi lugar?

JV. Actuar con más delicadeza. Y a lo mejor, fíjate, hasta ponerle la otra mejilla.

DG. ¿No me estarás tomando el pelo...?

JV. Lo ves, delegado, tu problema es que te enciendes muy pronto. Vamos, que arrancas al primer golpe de manivela.

DG. Eso me parece que me lo ha dicho ya, en otras ocasiones, Manolo de la Torre.

JV: No me extraña. Puesto que ese nos observa detenidamente. A propósito: me gustaría preguntarte los motivos existentes para que Manolo te trate con tanta consideración.

DG: No tengo la menor idea. Aunque preferiría, si no te molesta, seguir hablando del comportamiento del diputado de tu partido.

JV: El diputado de mi partido tiene necesidad de hacerse notar en la ciudad. Por cuestiones obvias. Pero espero que no se te ocurra decirles a los tuyos que te lo he dicho yo.

DG: Por quién me has tomado, Juan... ¿Acaso te he dado yo motivos, en el tiempo que llevo aquí, para que tú desconfíes de mí?

JV: La verdad es que no. Y espero que nuestras buenas relaciones, digan lo que digan los que todo lo arreglan gritando, nunca se deterioren. Nos necesitamos Jenaro; créeme que es así. Por tal motivo, yo te pediría que te muestres menos impulsivo.

DG: No me pidas imposibles. Sobre todo cuando alguien, caso del diputado González, denuncia que en la Delegación del Gobierno suelo reunirme yo con los directores provinciales y la ejecutiva de mi partido. Menuda jeta tiene el gachó.

JV: Sosiego, delegado; sosiego. Si es que eres incapaz de estrangularle el cuello a tus pasiones.

DG: La verdad es que llevas razón. Pero cada uno es cada uno. Y yo no puedo soportar que ese... que ese chiquilicuatre, me critique a mí por lo que vosotros habéis hecho también durante la etapa de Luis Vicente Moro.

JV. ¡Huyyyy...! Por ese camino, delegado, nunca me encontrarás dispuesto a servirte de paño de lágrimas. Por ahí no paso. Nuestras relaciones han de ser comprensivas y muy discretas.

DG. Lo intentaré, Juan; lo intentaré...
 

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