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OPINIÓN - MARTES, 27 DE MARZO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Funcionarios y políticos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Las relaciones entre funcionarios y políticos han existido siempre. Hasta el extremo de que con los partidos del turno cuando salía un Gobierno ocasionaba la cesantía de todo su clientelismo burocrático. Con lo cual propiciaba que a partir de ese momento los cafés se convirtieran en centro de reunión de parados dispuestos a maquinar contra el partido en el poder.

Recuerdo perfectamente que, durante mi estancia como temporero en el Ayuntamiento franquista de mi pueblo, en el negociado de festejos y playas, el alcalde iba solamente a firmar. De manera que todo el poder recaía en el secretario. Quien hacía y deshacía a su antojo. Y, desde luego, era capaz de cambiar la opinión de la primera autoridad en muchos e importantes asuntos. Aquel secretario, tuerto de un ojo, también causaba miedo por su mal carácter y, sobre todo, porque delegaba su autoridad en varios oficiales del ayuntamiento, que mostraban peores maneras que él y trataban de superarlo en malos modos. Y además contaban con habilidad suficiente para cambiarle las ideas al tuerto de marras. Y así podría seguir enumerando las consecuencias que se derivaban de un ensamblaje entre partes, dentro del edificio municipal, que unas veces iba de arriba abajo y otras al revés.

Por ello me produce risa cada vez que oigo decir que los funcionarios no hacen política. Cierto que el ejemplo puede ser tachado de haber tenido vigencia en los tiempos de Maricastaña. Pero, aun así, sigo pensando que nunca ha dejado de hacerse política en las administraciones por parte de los empleados. Desechen la idea de que estoy generalizando. Pues sería tan absurdo ello como negar la politización de muchos de los componentes de la institución local.

Y más risa me da cuando se comenta que Juan Vivas no sabe desenvolverse cual político. Que esa misión la cumplen mejor algunos dirigentes de su partido. Esos que gritan a voz en cuello y cuya verborrea resulta nociva para la salud de quienes pasaban por allí y hubieron de soportarla.

Juan Vivas es, sin duda, el mejor político de esta ciudad. Y lo es porque está en posesión de suficientes cualidades que le proporcionan una condición extraordinaria para seguir siendo el presidente. No en vano fue durante muchos años el paño de lágrimas de muchos políticos y consejero de todos ellos. Y lo hizo sin perder nunca la compostura como funcionario destacado. Hablo de compostura. Ya que hablar de honradez me parece que sobra tratándose de él.

Sin embargo, cuando me expreso así, los hay que se sorprenden porque son conocedores de los problemas que tuve yo con JV en el pasado. Por más que uno haya dicho hasta la saciedad que ello no es óbice para hacer público mi reconocimiento acerca de su valía política. Y, naturalmente, tampoco me arredra el repetirlo, cuantas veces lo crea necesario, por temor a lo mal visto que suele estar el halago a quien gobierna.

En mi caso, y en vista de que nada me une ni al Partido Popular ni al Partido Socialista, me puedo permitir el lujo de mantener mis opiniones sin atentar contra el capital que sostiene el medio en el cual me ceden este espacio. Y por tal motivo, y en vista de la claridad con que suelo dirigirme a Juan Vivas, desde que lo conozco, no tengo ningún inconveniente en recordarle lo siguiente aunque peque de redoblar el tambor. Mire, presidente, vaya con cuidado en lo concerniente a los candidatos que le cuelan en las listas. No vaya a ser que su despreocupación al respecto termine jugándole una mala pasada. Todo antes que tratar de rebelarse cuando no haya solución. Que seguro que entonces dirán que la depresión ha podido con usted. Por ser un buen funcionario pero un mal político.
 

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