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OPINIÓN - MARTES, 27 DE MARZO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Todo es muy duro
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

¿Cómo se llama el nuevo programa de las noches de los domingos en Antena 3? ¿Cambio radical? Como se llame, me empapé y no diré que me regocijé viendo como transformaban a dos mujeres, feas como mandriles, en atractivas damas, al revés, me amargué y recordé lo de la célebre “crispación” tan en boga entre los privilegiados y que, al pueblo llano, le trae al pairo.

Me amargué porque, el programa me pareció de una crueldad inusitada, primero salían las feas, todas hechas polvo tirando de sus narices imposibles, sus dientes averiados y sus kilos de celulitis. Se ve que concurren al concurso cientos de aspirantes, pero parecen seleccionar las historias más desgarradoras y a las desfavorecidas estéticas que lleven con mayor desesperación sus condiciones físicas de bellezas picassianas y encima sean capaces de relatar sus penas a lágrima viva ante las cámaras. Todo bastante despiadado, porque, el espectáculo, de tal tiene poco, se trata de coger a las birrias, someterlas al diagnóstico de afamados y carísimos cirujanos plásticos y comenzar con no menos prohibitivas liposucciones de muslos, abdomen, caderas, cintura, venga a aspirar grasa con la máquina. De ahí al tetamen con prótesis en forma de lágrimas que son más naturales, si la liposucción ronda los tres mil euros, las tetas deben ir por el estilo, o más.

Luego remendar las narices imposibles con una rinoplastia, elevar los pómulos y las barbillas descolgadas a base de ácido hilaurónico o implantes de silicona, otra pequeña fortuna. Como la elevación de los párpados, la depilación láser de barbas camufladas, el peeling químico y ¡por fin! La dentadura, sin remendar de viejo, a base de escultores de sonrisas e implantes prohibitivos. Recauchutadas las feas y operada una de ellas de miopía, solo quedaban los peluqueros y estilistas, los consejeros de moda y maquilladores. Al fin las feas reparadas y felices y sus familias conmovidas hasta las lágrimas por el milagro, porque aquello, más que un plató, parecía Lourdes. Estupor entre el marujerío nacional, estupor y pena porque, cualquiera puede ser casi esbelta y casi hermosa a fuerza de gastar miles de euros. Pero resulta que, los curritos y las marujas no tienen miles de euros para gastar en sueños, ni para invertir en ser felices, como las afortunadas participantes del experimento. Y todo por culpa de la nula sensibilidad de nuestros estúpidos políticos y por su negativa a reconocer la felicidad como derecho constitucional. ¿Qué en que cambiaría las cosas si la felicidad fuera un derecho? Pues en que, en la Seguridad Social, tras los oportunos dictámenes, incluso de psiquiatras para diagnosticar el coste emocional de la fealdad, tendrían que hacer operaciones de estética gratuitas. Rinoplastias a los narigudos y narigudas, estética dental para sonreír a la vida, corregir las orejas de soplillo del Dumbo de la case, liposuccionar a gordas estragadas por los regímenes y que no consiguen erradicar los flotadores, reducir abdómenes cerveceros de cincuentones resignados a engancharse el pantalón encima de los ajados huevecillos, porque, el barrigón jamás les cabrá en los pantalones. Una crueldad. Como no nos reconocen el derecho a ser felices, no reconocen, por consiguiente el derecho a conseguir la belleza y la felicidad que otorga la armonía física. En esta helada España, para ser bella o bello, hay que ser rico, si no lo eres te jodes y te aguantas, o mendigas en las puertas de un programa-show para que hagan contigo el milagro, aunque el coste sea vomitar tus traumas, complejos y miserias ante toda la ciudadanía y aparecer en bragas, marcando celulitis y haciendo el ridículo más espantoso para que luego vean lo bien que vas a quedar. Todo increíblemente malvado y despiadado. Jalepá ta kalá. Decían los griegos clásicos, lo bello es difícil. Y caro. Y todo es muy duro.
 

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