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sociedad - VIERNES, 30 DE MARZO DE 2007


Emotivo último adiós a María Miaja. EP.

reportaje / Fallecimiento María Miaja
 

Hasta siempre compañera

Nos dejó María Miaja, ejemplo de civismo y filantropía al servicio del pueblo de Ceuta
 

CEUTA
Oscar Varela
oscarvarela@elpueblodeceuta.com

Una histórica del socialismo ceutí y de la lucha por la libertad nos dejó anoche, hoy los ceutíes son huérfanos de una madre que significó, por encima de todo, un símbolo de filantropía. María Miaja, la anciana combatiente socialista, la ‘pasionaria ceutí’, murió a los 84 años como se hacía antiguamente, en casa, ‘ligera de equipaje’ en su casita del puerto, junto a ése mar que es metáfora de las libertades por las que encallecieron sus manos, y sufrió tantas privaciones. María no era sólo una institución del socialismo ceutí, también era compañera de toda Ceuta, y su pérdida supone perder un referente moral y un hito del paisanaje de la ciudad. Sus compañeros y quienes la trataron destacan de ella, además de su fiel compromiso, su conversación fluída y libre, entretenida, y cargada de toda la sabiduría que aportan los años, más vívida y sabia cuando se ha pasado a través de ellos con tanta intensidad como ella lo hizo.

Fue María una mujer fuerte, que enviudó pronto y tuvo que sacar a su familia adelante. Durante la guerra tuvo preso a su hermano Fructuoso, antiguo alcalde y represaliado socialista de Ceuta, presente ayer en el velatorio, quien tuvo que huir de España durante más de doce años. Pese a todo María no cayó en el ensimismamiento, permaneciendo siempre fiel a su compromiso con el pueblo de su Ceuta del alma, ciudad en la que nació y que llevaba por donde quiera que iba. Y es que un sigo de María era la bondad, por supuesto que era militante socialista, pero eran la bondad y la libertad a la hora de expresarse dos sellos fundamentales de su personalidad. Juan José León Molina, presidente del PSOE en Ceuta, relata cómo María “mantenía correspondencia con altos cargos del partido como Felipe o Alfonso Guerra, y un dudaba en echarles algún rapapolvos cuando no le gustaba cómo actuaban”. Esta libertad la tenía para todo el mundo, y la llevó hasta el final y supo transmitirla a su familia, no en vano, ella es continuadora de una larga saga socialista que se prolonga en sus hijas y nietos.

La filantropía de María Miaja estaba por encima de ideologías y de colores de partido. Buena prueba de ello es que ayer pasó por el velatorio gente de toda condición, constituyendo hasta en su última hora un ejemplo de bondad y de superación. Quien vivió en carne propia los desmanes de la durísima guerra, de la todavía más dura posguerra y la represión, pudo unir bajo el humilde techo de su despedida a la derecha más tradicional y a la izquierda militante. “En todos los años que la conocí nunca la oí hablar con odio, ella estaba por encima de eso”, afirma Sergio Moreno, diputado del grupo parlamentario socialista en la Asamblea. Ayer pasaron a darle el último adiós desde Juan Jesús Vivas, presidente de la Ciudad y miembro del Partido Popular, al delegado de Gobierno Jenaro García Arreciado, o los compañeros de UGT, que se emocionaban al recordarla. También fue a despedirla Emilio Cozar, miembro de la exconcejal de los primeros años ochenta, y que no por no compartir precisamente sus ideas dejó de mostrarse visiblemente apesadumbrado. Y es que el ejemplo de esta mujer no conocía de signos de ningún tipo.

“Política de acera”

“La militancia socialista de María Miaja no perdió fuerza nunca, siendo todavía hoy ejemplo y referente para las nuevas generaciones de socialistas”, afirma Moreno. Todo el mundo señala su intensa labor por la “política del pueblo”, lejana a las altas instituciones y cercana con quien tenía un problema con su casa o con su trabajo. “María no quiso destacar nunca, ella se mantenía en la sombra, pero siempre estaba dispuesta a poner firme a quien hiciera algo mal, o si le parecía que no hacía suficiente”, señala León Molina. “María era un referente en la autoridad portuaria, –relata Sergio Moreno- tenía allí un kiosko por el que pasaba mucha gente a debatir con ella, de izquierdas por supuesto, pero también de derechas que pasaban a comprarle tabaco a ‘María la roja’, debatían sobre toda clase de cosas y ponía firme a todo el mundo –concluye-”. “La política que quería María era de acera –comenta Moreno-, además, al tener el kiosko en un sitio tan estratégico tenía siempre noticias, por lo que siempre nos exigía más a quienes estábamos en el partido, normalmente preocupados en el juego político”.La mejor forma para expresar un dolor o algo que aprieta la garganta es el silencio, el mismo que ayer recogía a los asistentes al cementerio. Un silencio que sólo rompió la Internacional, el vals del pueblo, que sonó para dar su último adiós a quien tanto peleó por él. Las coronas meciéndose nerviosas por un viento de poniente que quiso levantar el alma de María, parecían querer acompañar los murmullos de quienes seguían el himno del pueblo en voz baja y las voces de quienes lo cantaban abiertamente. Ése silencio que apretaba las gargantas de quienes allí estaban, decía algo, decía muchas cosas. Hasta siempre, compañera.
 

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