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OPINIÓN - DOMINGO, 8 DE ABRIL DE 2007

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Una llamada a la calma

El fin de la Semana Santa dará paso, a partir de mañana mismo, a la recta final de la preparación de los partidos políticos que concurrirán a las elecciones del próximo 27 de mayo. Con unos prolegómenos tan ásperos como los que hemos tenido durante los últimos meses todo apunta a que las siete próximas semanas serán muy calientes en términos políticos o, más bien, verbales.

Es por ello que parece razonable hacer, antes de que comience la batalla electoral, un llamamiento a la calma a todos los llamados a representar a la ciudadanía ceutí en la Asamblea durante los próximos 4 años. Una llamada a la calma porque precisamente de sosiego, de paciencia e incluso a veces de educación es de lo que no han estado sobradas las últimas intervenciones públicas de la mayoría de los políticos locales. No ya en círculos privados, sino con luz y taquígrafos, los representantes de unos y otros partidos han elevado considerablemente el listón de la crítica política hasta llegar al insulto, la descalificación y el improperio. No hace falta recordar los ejemplos más sonados, que seguramente a nadie le habrán pasado desapercibidos.

Este clima no ayuda en nada a que la próxima campaña, que se presume enconada, sirva para que los ceutíes conozcan mejor a los candidatos, su proyecto, su equipo y su programa.

La convivencia también pasa, en parte, por la cohabitación respetuosa de las distintas ideologías que configuran el panorama político local y nacional. La votación, unánime, de la iniciativa legislativa para ampliar y extender las bonificaciones de las cuotas empresariales a la Seguridad Social fue una ‘rara avis’ en ese aspecto. Todos los partidos mantenían una posición divergente, a veces diametralmente opuesta, sobre el espíritu de la propuesta, pero esas diferencias pudieron apartarse en aras del bien de la ciudad.

Esa debería ser la senda de comportamiento durante las próximas semanas. Los políticos no deberían tomarse el privilegio de dedicarse a insultar, a ridiculizar o a incitar a la ciudadanía a la repulsa sobre sus adversarios. Están, y no deberían olvidarlo, sembrando la semilla de lo que será la próxima legislatura, y a nadie le conviene, por varios puñados de votos que pueda darle, agitar tópicos, insidias y medias verdades (o mentiras) que acaben marcando la actividad institucional durante los próximos cuatro años.
 

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