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OPINIÓN - DOMINGO, 8 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Hay que ver a la velocidad que pasan los días o somos nosotros los qué pasamos, por la vida, a una velocidad endiablada. Los días son siempre los días y su velocidad al pasar es la misma en todas las épocas del año. Los que, realmente, pasamos por este escenario del teatro que es la vida, a una velocidad endiablada, somos nosotros frágiles muñequitos de polichinelas manejados por esa mano, que nos trae y nos lleva a su antojo.

No hace nada, algo así como un suspiro, estábamos hablando de la Semana Santa pasada, y resulta que la de éste año ha finalizado, sin que apenas nos hayamos dado cuenta de que ha transcurrido un año entre una y otra. Y en nada, como quien dice a la vuelta de la esquina, llegarán nuestras fiestas patronales para, a renglón seguido, aparecer las navidades y, de nuevo, un año al que diremos adiós para recibir a otro nuevo, en el que volveremos a vivir las mismas estaciones sin que nada cambie con el devenir de los tiempos.

La vida, la estancia del ser humanos en la tierra, no es más que la aparición en un escenario preparado para que realices el papel encomendado, y terminado el mismo hagas mutis por el foro. Y, además, sin poderte salir del papel que se te ha asignado y que es, el único que puedes interpretar. Pues, a pesar de ser una actuación, en un escenario, no se te permite ni meter, en tu interpretación, la menor “morcilla” que te valdría para estar, algo más de tiempo, sobre el escenario de la vida.

Por este entender que la presencia, de cualquier de nosotros, sobre este escenario gigantesco que es nuestro planeta para interpretar el papel que nos ha sido asignado, no acierto a comprender ni la envidia, ni la ambición, ni el odio que destilan algunos personajillos de medio pelo sobre otros seres. ¿Para qué les vale todo eso si, al final, cuando termine la interpretación que la ha sido asignada dirá adiós?. Y, además, será un adiós con más pena que gloria causada por la mala interpretación que ha realizado en el papel encomendado recibiendo en ese adiós definitivo, por parte del personal asistente al espectáculo, la repulsa al mal recuerdo dejado.

Muchos personajillos, polítiquillos de medio pelo, a los que la tómbola de la vida, les dotó de la gorra y el pito con mando, siguen manteniendo el odio, el rencor, la envidia y la ambición como únicas cualidades de sus personas, con las que tratan de imponerse a los demás. Pobres diablos, incultos y analfabetos que, al final, son víctimas de sus propios rencores, odios, ambiciones y envidias puesto que, en cuanto dejan de tener el pito y al gorra con mando, no sólo son despreciados por aquellos enemigos que ellos se crearon sino, también, por sus propios ”amigos”. Amigos que, por ciertos, nunca lo fueron pero que tuvieron que aceptarlos al convertirse, por circunstancias de la vida, en estómagos agradecidos.

Ya lo dijo aquel: “quienes siembran vientos recogen tempestades”. Y estos personajillos, politiquillos de medio pelo a los que la tómbola de la vida les obsequió con el pito y la gorra de mando, han sembrado demasiados vientos. ¿O no?
 

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