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OPINIÓN - SÁBADO, 21 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

La legión de hipócritas (y II)
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Los que utilizan la doble moral, la simulación y el disimulo, juegan en todos los campos. Por aquello de que son los partidos políticos los que concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular, tal y como está el patio ciudadano de revuelto, se me ocurre que debieran infundirnos una sólida esperanza, y un nuevo dinamismo para dar renovado impulso a una sociedad donde reine la laboriosidad, la honestidad y el espíritu de participación a todos los niveles.

Eso sí, le diría a la clase política que huya de hacernos juramentos que rompan al día siguiente. O de seguir metiéndonos más miedo en el cuerpo. Ya todos nos vemos envueltos en llamas. Ahora se nos dice que Europa podrá liderar todas las luchas contra el cambio climático y que el gobierno español podrá aprobar leyes de responsabilidad medioambiental, pues háganlo con fundamento y eficacia, pero no atizándonos pánico.

Pues servidor también les alerta. Sepan que los gobiernos hipócritas desgastan el fervor demócrata. A veces se aprende más con acciones sinceras que con normas. Antes el ejemplo, después pongamos la regla y el modo de ejecutarla. Convendría, y nadie en esto queda a salvo, esforzarnos en no contradecirnos. En bastantes ocasiones vivimos en la perseverante contrariedad. Se ha puesto de moda apelar a la tolerancia y luego resulta que hacemos un uso continuo de la tarjeta roja en el diálogo, en vez de poner oído, escuchar y debatir, para consensuar posturas y mejorar convivencias.

Más vale un minuto de vida franca y sincera que cien años de hipocresía, lo dijo Ganivet y no le faltó razón. La prudencia puede ser regla y medida para no negarse luego. La rectitud habitual de pensamientos cuando es norma de conducta para con el prójimo, es la mejor lealtad. Para tomar fortaleza, la constancia en la búsqueda del bien, ampara y protege. De siempre la moderación fue buena compañera de viaje para todo, suele asegurarnos el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. Ojo con las pasiones que se presentan bajo el disfraz violento, juegan al ataque y al contraataque. Algunos políticos parecen haber caído en este toreo de rudas embestidas. La nobleza del lenguaje no va con ellos. Se olvidan que cada cual es hijo de sus obras y que el tiempo pone a cada cual en su sitio.

Es cierto que la democracia es diálogo, muy distinto a lo que predican la legión de hipócritas, puesto que se exige claridad en la exposición de los problemas y razones consensuadas en su resolución. Olvídense de las urnas, de sus partidos, -en el caso de los políticos-y participen sin doblez al pueblo que el progreso ha de llegar también a los marginados que dormitan en los extrarradios de las inhumanas ciudades. Y la ciudadanía, –aquí entramos todos-, practique más entre sí la amistad, no tendría que judicializarse tanto la vida.

Que los jueces no son dioses. Tampoco pretendo que se elimine la hipocresía de raíz, aunque confieso que sí me gustaría, pero que tampoco sea moneda de curso legal. En todo caso, cuiden sus divisas de franqueza que al final verán como se revalorizan, por lo menos en el cantar de los poetas.
 

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