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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 25 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

Buenas prácticas para la mejora
de la convivencia escolar (I)

 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Se busca una solución para los conflictos escolares. A veces se pide la intervención de una tercera persona imparcial, que actúe de mediador en un conflicto para solucionarlo, puesto que los problemas de convivencia no se resuelven con la aplicación de las sanciones correctoras. Un instituto madrileño ha optado por moverse al son latino. Profesores y alumnos comparten pista de baile para mejorar sus relaciones. Otro centro implanta el carné de conducta por puntos para reconducir situaciones. Representaciones teatrales, convivencias en clave de humor, distinciones…; todo parece ser poco para que la paz llegue a las aulas. Frente a todos estos inventos pedagógicos, yo recomendaría, quizás como libro de cabecera, un manual reflexivo sobre el acoso escolar que, aunque se dice para docentes y educadores, lo hago extensivo a los padres. Sus autores, Juan Ignacio Santaella Sáez y Juan Santaella López, no son nuevos en plaza. Llevan tras de sí muchos años de investigación y estudio en temas educativos, convencidos de que la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas.

El citado manual (publicado por GOF-Granada) empieza por dar luz a la convivencia escolar y a las causas que la deterioran. Apunta a una serie de claves para aprender a convivir unos con otros, viéndolo como una finalidad esencial de la educación. El conflicto escolar, la violencia y los violentos, sin duda representa uno de los principales retos para los sistemas educativos actuales. Los autores plantean, a mi juicio de manera objetiva y acertada, cómo contribuir al desarrollo de la convivencia en positivo estudiando el proceso que comienza en la educación emocional y culmina en la educación en valores. Ahondan en el acoso escolar, al que delimitan con ciertos requisitos. Básicamente serían los siguientes: “Tiene que existir, por parte del acosador, intención de dañar al otro. Ha de haber un desequilibrio de poder entre el violento y su víctima. La agresión ha de ser persistente, es decir, que se repita con frecuencia. El daño que el acosador inflige a la víctima ha de ser físico, moral o psicológico, o de varios tipos a la vez. La crueldad del agresor ha de quedar de manifiesto, toda vez que somete al otro con voluntariedad y de manera impune”.

El pilar básico del manual (con casi dos centenares de páginas) es el acoso o bullying, con sus fases, indicadores, incidencia actual y efectos, teorías y modelos tanto de intervención como de prevención. Está demostrado que las consecuencias originadas por esa relación de poder, de dominio-sumisión, entre acosador y acosado, son verdaderamente enfermizas. La víctima es la que padece de manera directa los ataques del acosador, y esto provoca en él una serie de miedos, inseguridades y angustias que lo llevan muchas veces a rechazar el colegio e incluso a sentir poca ilusión por vivir.
 

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