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OPINIÓN - LUNES, 30 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

Una universal poética para una
política forestal internacional (I)

 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Después de quince primaveras de hablar mucho con muchos, de negociar sin temor a negociar, se ha producido el acercamiento. Nunca es tarde si la dicha es buena, que lo es en este caso. La globalizada familia humana, en voz de unos entusiastas representantes reunidos en la Oficina Central de Naciones Unidas, ha hecho valer su valor a la vida, abonando aire puro sin que nadie del globo se libre de este gravamen solidario, para la protección de los bosques del mundo. La historia con final feliz fue alcanzada, cuando del sueño se pasó a la realidad, después de que los delegados reunidos en el Foro sobre Bosques de las Naciones Unidas trabajasen a destajo con las herramientas de la mente y el corazón.

Esa conjunción de buenas disposiciones, de concordar y consensuar latidos con ideas, me parece que es una buena manera de levantar el espíritu a nobles aspiraciones. Tanto es así, que es la primera vez que los Estados han llegado a un acuerdo a nivel internacional para la gestión forestal sostenible. Cunda el ejemplo, pues, y que sea esta estela poética, antorcha del pensamiento a cultivar y manantial del amor a cultivarse ¿Les parece? Hágase el examen de conciencia cada cual con cada suyo.

El portavoz del foro, Hans Hoogeveen, dio vivas al pacto, quizás pensando en lo que en su día dijo el escritor ruso Tolstoi, por si acaso todavía hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego.

Lo describió, con más razón que un santo, como un logro de logros, “un logro excepcional” y dijo que introduce “un capítulo nuevo” en la dirección forestal. Ciertamente, hoy por hoy, tenemos sólo un planeta para compartir, lo que supone la responsabilidad humana de que debemos asegurar, para las generaciones venideras, su salud y mantenimiento. Puestos a poner de moda, yo abriría en cada pueblo, en medio del prado, la escuela de las flores de Gloria Fuertes, adonde van las flores y las abejas, amapolas y lirios, violetas pequeñas, campanillas azules, que, con el aire, suenan. Lo de entonar trinos siempre enternece. Que se lo digan a mayo florido y hermoso. O a los árboles del huerto machadiano, donde todavía es posible ver adormecerse a las negras encinas al son de una fuente de piedra. Sin duda, al pie del árbol brotan zumos, tan necesarios para vivir como vitales para amar.

Siendo tan necesaria la arboleda, y volviendo los ojos a nuestro propio ámbito, pienso que la sociedad española ha tenido poca consideración con los bosques. Las ciudades y los pueblos se han transformado hasta el extremo de no llegar a respetar ni las superficies protegidas.

El ladrillo le ha ganado la batalla a los árboles. La falta de cuidado, dejadez y abandono, en la mayor parte de nuestros montes es bien palpable. Los principios de desarrollo sostenible, la multifuncionalidad de los montes, las estrategias y programas, se han quedado prendidas en el árbol de lo que pudo haber sido y no fue.
 

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