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OPINIÓN - JUEVES, 3 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

Los actuales corazones de piedra (y II)
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Sanear la fuente de la vida, pienso que es un asunto de corazón. Y creo que nos hace falta poner a buen recaudo el universo de los latidos. El conocimiento puede advertirnos sobre aquello que conviene evitarse; pero sólo la fortaleza del mundo que ha tomado el corazón como valor, puede hacer el sueño realidad. Alguien dijo que el espíritu mueve montañas, y es cierto, las batallas del corazón jamás derraman sangre, porque hacer el corazón es nacer a la poesía. O sea, a las bondades de la templanza y a la autenticidad de la vida. De siempre el equilibrio mental, el juicio recto, el valor moral, la audacia y resistencia, ha sido un poema irrepetible. Por el contrario, los excesos siempre nos han pasado factura. Con razón los definió Quevedo como el veneno de la razón; envenenan y envilecen las más saludables atmósferas. A mi juicio, en vista de lo visto, esta sociedad a la que le apasiona moverse en la frontera de los desenfrenos, creciente en atropellos y decrecida en sentido común, me parece que debería tomar otro rostro y otros rastros más humanos. Por encima de cualquier diferencia de lengua, nacionalidad o cultura, campea un aparente bienestar socioeconómico dominador (y dominante), que nos deprime más que nos sacia, y la evidencia de muchas soledades dolorosas. Quizás todo esto, sea fruto de un corazón de piedra en un corazón humano. Yo me niego a tomar esa fruta del árbol que no siente. Me declaro en rebeldía.

Si queremos que las nuevas generaciones puedan sentirse satisfechas de compartir una identidad cultural de familia europea, que no existe porque en realidad nos falta espíritu europeísta, o sea un mismo corazón en un corazón compartido, donde la territorialidad nos importe un bledo y los intereses queden aparcados, hay que comenzar por otorgarle a todo ser humano la dignidad que se merece. Lo noticiable no radica en que más de la mitad de los extranjeros que llegan a la Unión Europea opten por España, aunque refleje un buen signo de acogida y se nos llene el corazón de júbilo, sino en analizar los motivos de estos crecientes flujos migratorios. Seguramente si le prestásemos verdadera ayuda en sus países de origen, que desde luego pasa por un desarrollo integral, no necesitarían buscarse la vida en otros mundos y las migraciones dejarían de ser un problema social de nuestro tiempo. Juntos, un corazón en otro corazón, podemos construir un mundo en todo el mundo; con un corazón de piedra sólo podemos levantar muros que nos tapien nuestras vergüenzas.

En cualquier caso, pienso que detestar la estupidez y desactivar amenazas, pasa por dejarnos escuchar y entender lo que nos dicta el órgano que no se ve, pero que se siente y nos acompaña, desde el primer verso de vida hasta la última estrofa que recitamos. No es un mal desatino tratar de mirar y ver con el lenguaje del corazón. Estoy seguro que cambiarían muchas cosas. Para empezar, haríamos menos exigencias de poder y más donaciones de servicio. Algo es todo; como todo ha de ser el espíritu que nos mueve. Mal se estremece una piedra. No puede comprender a los demás, porque no siente ni su propio pulso.
 

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