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OPINIÓN - VIERNES, 4 DE MAYO DE 2007

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Arreciado y CCOO continúan su batalla

Desde que, hace ya casi un año, Jerónimo Nieto fue destituido como delegado del Gobierno en Ceuta, las relaciones de la institución de la Plaza de los Reyes y las centrales sindicales no han vuelto a ser no ya buenas, sino ni tan siquiera correctas. García Arreciado dio un traspiés, como él mismo reconoció después, al responder públicamente con cierta bravuconería a las centrales sindicales tras su desencuentro en la Mesa por la Economía y, desde entonces, CCOO no le perdona el menor desliz.

Ayer, la central que dirige en nuestra ciudad Juan Luis Aróstegui volvió a aprovechar una frase que, sin precisar, sonó imprudente, para volver a invitar al delegado directamente a irse de la ciudad por “incompetente”. Lo cierto es que el delegado no pidió a los ceutíes sin empleo que se vayan de la ciudad porque aquí no van a encontrar trabajo, sino que más bien les recordó que al otro lado del Estrecho la economía marcha mejor y se roza “lo que técnicamente se conoce como pleno empleo”.

En sí mismo, el recordatorio no merece reprimenda, máxime cuando inmediatamente él mismo asumió que es necesario redoblar los esfuerzos de la Administración para mejorar la formación de los parados ceutíes. El problema está en que transmite un mensaje pesimista en una ciudad muy sensible a este tipo de advertencias, que en muchas ocasiones suenan o se interpretan como apocalípticas.

Lo paradójico de la crítica de CCOO es que el sindicato acusa al mismo tiempo a Arreciado de ser un iluso por decir que en la economía ceutí se aprecian síntomas de que se está recuperando y de enviar un mensaje agorero a los parados locales instándoles poco menos que a dejar su tierra si quieren tener empleo. El delegado se ahorraría polémicas si precisase más sus valoraciones públicas y contuviese su tendencia a la espontaneidad, pero las críticas de Comisiones, constantes, hacia su figura corren el riesgo, si no se templan, de confundir a la central con el partido que comanda su líder y, por el camino, perder la parte de razón que en muchas ocasiones tiene.
 

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