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OPINIÓN - LUNES, 7 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

La hija de Roca. Mi hija.
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

La hija de Roca, con dos pares de cojones, le ha puesto una querella criminal, por prevaricación, al juez Torres. Y yo, como madre española, republicana de la derecha de Sarkozy y cristiana, daría la vida por poder personarme como acusación particular contra un tipo que mandó a os Udycos a detener a una niña en su Colegio Mayor, la hizo esposar ante sus compañeros y pasar el quinario de una conducción como presa, de Madrid a Málaga, para tomarle declaración durante diez minutos. ¡Ay juez Torres, que estás tocando a nuestros hijos! Que no estamos en un flemático país anglosajón ni en un atemorizado país tercermundista, que esto es la Iberia vieja y nosotros, los celtíberos, llevamos en los genes y en las pelotas ADN de santos, de poetas y de guerreros. Y en cada madre española hay una Agustina de Aragón en ciernes, un arquetipo duro que se crece ante las dificultades, lo da la tierra, lo dan el paisaje y el paisanaje y a nuestros hijos no se les toca cuando nada malo han hecho. Los que hemos parido, que una madre cuando pare, pasa la muerte bajo la cama, no van a ser “medidas ejemplarizantes” ¿De qué?.

La hija de Roca, esa niña morena y espigada que hinca codos en ICADE, se ha revuelto con furia española y nosotras, las madres, queremos estar con ella. Yo quiero personarme en esa querella, me siento plenamente legitimada y parte interesada en el procedimiento. Eso sí, si me piden fianza no podré pagarla en dinero, pero puedo ponerme en plan “mercader de Venecia” y ofrecerle al alto Tribunal un par de litros de buena sangre de hembra española y no me la pueden rechazar, porque, nuestra sangre, cuenta muchas historias y el devenir de un pueblo duro y auténtico, donde escarbas un poco raspando con la uña y sale la raza. Y grita la raza. ¿Qué dicen? ¿Qué soy tan solo una marujona, abogada chusquera por más señas y muy poca cosa ante las amistades y relaciones de alguien tan poderoso como el juez inquisidor de tonadilleras? Se equivocan. Yo soy alguien extraordinariamente principal, por más señas soy hispanorrifeña , con genes morenos de verde luna y amamantada en mi Rif profundo por el ejemplo del caudillo Abdelkrim. Y encima leo y escribo de corrido, no en vano saqué en los cinco años reglamentarios una carrera de Leyes que luego tuve que practicar desde muy abajo. Mi progenitor, que se sacó el cuarto y reválida por libre y guardando cabras en los montes de mi Nador no podía poner a mi disposición un gran bufete heredado, ni el prestigio de una saga de juristas, ni tan siquiera comprarme la enciclopedia Aranzadi.

Comencé mi penal de pena oliendo el aliento del miedo de los detenidos, presenciando “monos” en medio de declaraciones en despachos sombríos, bregando con los presos levantiscos de aquella COPEL que quemaba cárceles en los ochenta y secuestraba a funcionarios. ¿Qué me van a contar a mí del Derecho ejercido sin privilegios y con las mínimas infraestructuras? ¿Qué me van a decir de preparar las vistas moviendo la cuna o de pedir una minuta y acabar por darle al cliente cien duros al darme cuenta de que, ese día, no tenía para dar de comer a sus hijos? Y la abogacía dura, chusquera, padecida, o te quema hasta los tuétanos del alma o te fortalece el sentimiento y, en lugar de endurecerte, te hace infinitamente más cercana a los latires y sentires.

Por eso, por ser chusquera, siento una profunda hostilidad hacia el juez Torres y me considero madre de esa hija de todas, que es la hija de Roca. Hoy ha sido ella. Mañana, cualquier padre o madre puede tener problemas y que arremetan contra los nuestros para escarmentarnos, para causarnos miedo, para usar y abusar de ese verbo buenista y asqueroso que es “ejemplarizar”. Vale. Que dé ejemplo el juez Torres de raza bravía y de Marbella pida alargarse a cualquier juzgado de Vigilancia Penitenciaria de una provincia con centro penitenciario llenito de etarras. Y que bregue con sus permisos y sus grados. Que ponga la raza sobre la mesa. ¿Qué dicen? ¿Qué jamás va a hacer “eso”? Pues entonces nos toca a las madres dar testimonio. Si hay una querella, yo quiero estar allí.
 

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