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OPINIÓN - MARTES, 8 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Manolo Guillén
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Fue una noche de verano, de 1982, cuando Paco Otero me llevó al Caminito de El Rocío. Lo primero que hizo mi paisano es presentarme a Manolo Guillén. Paco me dijo que era jerezano, pero se le pasó aclararme que también tenía raíces portuenses. Ya que su madre, como ahora me aclara el propietario de El Varadero, era de El Puerto de Santa María. Un pueblo donde transcurrió buena parte de su niñez.

Recién llegado de la Feria de la Primavera y del Vino Fino, dedicada a Ceuta, MG me va explicando cómo le ha ido al frente de la caseta de Ceuta. Y descubro de qué manera se le alborotan los sentimientos a un hombre más que acostumbrado a trabajar como feriante. Pues lo avalan, en este menester, 30 años de experiencia.

Manolo Guillén arribó a Ceuta para trabajar en el Hotel Ulises. Era noviembre de 1975. A partir de ahí, y dada su experiencia en cuestiones de hostelería, de la que estaba diplomado, decidió abrir negocios en esta ciudad. El Boquete, El Tanga, El Abuelo... fueron establecimientos a los cuales les dio vida con la profesionalidad adquirida al frente del Bar Villasequillo, allá en Jerez de la Frontera, sin apenas haberse podido quitar de encima las pelusas de una adolescencia huérfana de padre.

Los días pasados en El Puerto de Santa María le han hecho recordar pasajes de su niñez. Sus juegos en la calle de Jesús de los Milagros y la Zarza, sus correrías por la playa de la La Puntilla o ese deseo de ir a mariscar por la bajamar cercana al castillito.

Todas esas cosas, y muchas más, las ha recordado MG al sentirse tan bien tratado en el pueblo de su madre. Una madre perteneciente a una familia muy conocida: la de los Cala.

-Todo cuanto yo pueda decirte, créeme, no hace justicia a lo que me ha tocado vivir en una feria donde la gente ha vibrado en nuestra caseta y nos ha facilitado la tarea de que Ceuta haya sido vitoreada en muchos momentos.

El dueño del Restaurante El Varadero, en sábado de comuniones, no cesa de contarme anécdotas de una tierra cuyos ciudadanos aprovechan la feria para disfrutar y contagiar de ese disfrute a cuantos la visitan.

Le recuerdo a MG que, además de haber presenciado yo ese hecho, en esa caseta de Ceuta, montada con tan buen gusto, sigo recibiendo llamadas desde El Puerto para celebrarme el acierto de las autoridades ceutíes, al confiarle a él un labor que entrañaba muchas dificultades.

Y es así, le digo, porque en la Feria de la Primavera y del Vino Fino, los portuenses gustan de comprobar, minuciosamente, de qué manera la caseta de la Comunidad invitada se desenvuelve en un ambiente tan especial. Y la de Ceuta, de verdad de la buena, ha conseguido destacar como la mejor que ha pasado por el lugar.

Tan extraordinario éxito, que conviene resaltarlo, ha sido debido a la enorme labor que habéis realizado todos los que estuvisteis al frente de esa casa caballa dispuesta para compartir un gran acontecimiento en un gran pueblo. Y hasta me piden, desde esa Bahía gaditana, que no cese de dar la lata para que el año próximo sea Manolo Guillén quien vuelva a regentar la caseta de Ceuta en la feria.

-Creo que volveremos. Pues se impone regresar a un sitio en el cual el último día de feria me vi obligado a poner un cartel agradeciendo el comportamiento que habían tenido los portuenses con nosotros.

Manolo Guillén Cala, quien de hostelería, festejos y ferias sabe un rato largo, me dice que sería conveniente plagiar lo bueno de esa Feria de la Primavera y del Vino Fino. Y, desde luego, reconoce que lo ocurrido en El Puerto de Santa María es una prueba palpable de que en la Península los ceutíes no son extraños. Necesitamos abrirnos más.
 

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