Fue una noche de verano, de 1982,
cuando Paco Otero me llevó al Caminito de El Rocío.
Lo primero que hizo mi paisano es presentarme a Manolo
Guillén. Paco me dijo que era jerezano, pero se le pasó
aclararme que también tenía raíces portuenses. Ya que su
madre, como ahora me aclara el propietario de El Varadero,
era de El Puerto de Santa María. Un pueblo donde transcurrió
buena parte de su niñez.
Recién llegado de la Feria de la Primavera y del Vino Fino,
dedicada a Ceuta, MG me va explicando cómo le ha ido al
frente de la caseta de Ceuta. Y descubro de qué manera se le
alborotan los sentimientos a un hombre más que acostumbrado
a trabajar como feriante. Pues lo avalan, en este menester,
30 años de experiencia.
Manolo Guillén arribó a Ceuta para trabajar en el Hotel
Ulises. Era noviembre de 1975. A partir de ahí, y dada su
experiencia en cuestiones de hostelería, de la que estaba
diplomado, decidió abrir negocios en esta ciudad. El
Boquete, El Tanga, El Abuelo... fueron
establecimientos a los cuales les dio vida con la
profesionalidad adquirida al frente del Bar Villasequillo,
allá en Jerez de la Frontera, sin apenas haberse podido
quitar de encima las pelusas de una adolescencia huérfana de
padre.
Los días pasados en El Puerto de Santa María le han hecho
recordar pasajes de su niñez. Sus juegos en la calle de
Jesús de los Milagros y la Zarza, sus correrías por la playa
de la La Puntilla o ese deseo de ir a mariscar por la
bajamar cercana al castillito.
Todas esas cosas, y muchas más, las ha recordado MG al
sentirse tan bien tratado en el pueblo de su madre. Una
madre perteneciente a una familia muy conocida: la de los
Cala.
-Todo cuanto yo pueda decirte, créeme, no hace justicia a lo
que me ha tocado vivir en una feria donde la gente ha
vibrado en nuestra caseta y nos ha facilitado la tarea de
que Ceuta haya sido vitoreada en muchos momentos.
El dueño del Restaurante El Varadero, en sábado de
comuniones, no cesa de contarme anécdotas de una tierra
cuyos ciudadanos aprovechan la feria para disfrutar y
contagiar de ese disfrute a cuantos la visitan.
Le recuerdo a MG que, además de haber presenciado yo ese
hecho, en esa caseta de Ceuta, montada con tan buen gusto,
sigo recibiendo llamadas desde El Puerto para celebrarme el
acierto de las autoridades ceutíes, al confiarle a él un
labor que entrañaba muchas dificultades.
Y es así, le digo, porque en la Feria de la Primavera y del
Vino Fino, los portuenses gustan de comprobar,
minuciosamente, de qué manera la caseta de la Comunidad
invitada se desenvuelve en un ambiente tan especial. Y la de
Ceuta, de verdad de la buena, ha conseguido destacar como la
mejor que ha pasado por el lugar.
Tan extraordinario éxito, que conviene resaltarlo, ha sido
debido a la enorme labor que habéis realizado todos los que
estuvisteis al frente de esa casa caballa dispuesta para
compartir un gran acontecimiento en un gran pueblo. Y hasta
me piden, desde esa Bahía gaditana, que no cese de dar la
lata para que el año próximo sea Manolo Guillén quien vuelva
a regentar la caseta de Ceuta en la feria.
-Creo que volveremos. Pues se impone regresar a un sitio en
el cual el último día de feria me vi obligado a poner un
cartel agradeciendo el comportamiento que habían tenido los
portuenses con nosotros.
Manolo Guillén Cala, quien de hostelería, festejos y ferias
sabe un rato largo, me dice que sería conveniente plagiar lo
bueno de esa Feria de la Primavera y del Vino Fino. Y, desde
luego, reconoce que lo ocurrido en El Puerto de Santa María
es una prueba palpable de que en la Península los ceutíes no
son extraños. Necesitamos abrirnos más.
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