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OPINIÓN - JUEVES, 10 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

¿Están próximos los servicios
sociales a los marginados? (y II)

 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

No pocas personas en este país siguen condenadas a una miserable supervivencia, como son los pensionistas con rentas insuficientes, los temporeros, inmigrantes o gentes sin cualificar, que se ganan la vida con empleos en precario. Son los excluidos, con los que nadie quiere hablar, porque forman parte de esa otra España marginal, considerada por algunos como un desecho de esa otra España pomposa, bautizada despóticamente por los privilegiados como “la España impresentable”, para nombrar a un colectivo que no tiene salida en estas actuales estructuras y que no cuenta para nada en nuestra sociedad. A lo sumo en momentos electorales. Frente a esto, convendría preguntarse: ¿Qué hacen los servicios sociales –de las distintas administraciones- para paliar la cuestión de los derechos para todos? ¿Dónde está la ley para estas personas? Por si fuera poca la dificultad, algunos hombres y mujeres marginados, precisan aún más directamente de ese auxilio social, puesto que tienen taras psicológicas ingénitas o adquiridas, u otras adicciones que requieren de un apoyo mayor para recuperarse y dignificarse: alcohólicos, vagos, inadaptados, vagabundos, prostitutas, drogadictos, y un largo etcétera; seres humanos, en todo caso, a los que no podemos dejar abandonados en la farsante cuneta de la vanguardia y mucho menos a la deriva, sin brújula alguna que les oriente.

Me temo que los servicios sociales a los marginados llegan tarde, mal o nunca. En todo caso, pienso que habría que mejorarlos, puesto que esta sociedad del consumismo y el bienestar está creciendo por contrate y cada día son más las personas que pierden el tren del progreso. A su casa, los que aún conservan hogar porque el desarraigo está a la orden del día, aún no ha llegado el tan cacareado desarrollo. Tan evidente es el asunto, que en la Unión Europea se ha llegado a debatir públicamente si no estamos generando, de hecho, una especie de clase inferior. A pesar de los grandes cambios, las carencias humanas están lejos de haber desaparecido, por lo que un servicio social esporádico y de manera eventual o por una sola vez, tampoco es la solución que garantice nada. Es un trabajo diario, de servicio social cien por cien, hecho por todos y para todos; sólo así la igualdad podrá espigar, de manera que ningún ciudadano sea tan poderosamente aventajado que pueda comprar a un excluido. Y tampoco, que nadie sea tan indigentemente marginal, que piense en la necesidad de venderse para poder vivir.
 

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