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OPINIÓN - SÁBADO, 12 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Endesa nos oscurece
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La andaluza niñería, tres palabras afortunadas del poeta, López Anglada, resumía la belleza de una Ceuta de blancas casitas alineadas a un lado del Estrecho, frente a las de Algeciras, con características idénticas. Aquella Ceuta, tan celebrada por su poeta en su día, se ha convertido en una ciudad magnífica. Aunque en su desarrollo no haya perdido un ápice de magia. Porque sigue teniendo en propiedad la mar que la circunda y el sol que la ilumina y la dora.

Uno es consciente que destacar el embellecimiento de la ciudad no le cae bien a ciertas personas. Lo tachan de alabanzas injustificadas y hasta se permiten el lujo de decir que somos unos cursis quienes solemos festejar lo bonita que está la ciudad. Pero la realidad, que es terca como una mula, nos permite oír cada día los elogiosos comentarios de muchos visitantes. Y las comparaciones que suelen hacer con otras ciudades peninsulares. Luego, claro es, los que la vivimos, nada más salir de aquí, comprendemos la suerte que tenemos de habitarla.

Uno entiende, por no ser lelo, que muchos se niegan a reconocer la evolución de la ciudad, porque no pueden soportar que el cambio se haya ido produciendo bajo la presidencia de Juan Vivas. Y es que las ambiciones políticas sustentan la sinrazón y alimentan el egoísmo.

También es verdad que la extraordinaria transformación de sus calles y avenidas, la inauguración de nuevos jardines y paseos, o el remozamiento de otros existentes, no han coincidido en el tiempo con la Ceuta de los comercios repletos y sus cajas atiborradas de dinero. De haber sido así, la felicidad habría sido completa. Pero ya sabemos que todo no se puede tener. Sobre todo si está de por medio Endesa.

Lo de Endesa no es de recibo; es injustificable; es tercermundista. Así comenzaba el editorial de este periódico, el jueves pasado. Y a partir de ahí, el editorialista arremetía certeramente contra una Endesa carente de medios para atender las necesidades de una España moderna.

El apagón del miércoles me cogió a mí trabajando. Y, acostumbrado a que Endesa actúe así, no tuve el menor asomo de sorpresa. Es más, hace tiempo asumí que es parte del peaje por vivir en esta extraordinaria ciudad. Tampoco me he inmutado con el apagón del jueves.

Ahora bien, el hecho me hizo recordar lo que ocurría en tiempos pasados. Sin apenas esfuerzo me trasladé a los años cuarenta. Y me puse a contarlo en la sobremesa. En aquellos años, los apagones cortaban a los cirujanos el resuello en el quirófano; las fábricas dejaban de producir; y las casas se llenaban de mariposas o velas. La solución estaba, en casos excepcionales, en contar con la suerte de que funcionara algo que se llamaba un gasógeno Coventry.

Es verdad que los años cuarenta fueron calamitosos. No había de nada y lo que había se lo quedaba una minoría poderosa. Prevalecían las chapuzas. Por lo tanto, no era raro que mucha gente vistiera de manera andrajosa; que los puentes de hierro, parece que estoy viendo el de mi pueblo, estuvieran arreglados con maderas. Que en vez de gasolina, los coches caminasen gracias a la combustión de leña en los gasógenos. Que los zapatos tuvieran mil remiendos. Y así podría seguir enumerando situaciones de una España gris, atrasada, hambrienta..., que parecía estar dejada de la mano del dios que había ganado la guerra. Una España donde a cada paso se hacían restricciones de energía. Con lo cual se acrecentaba aún más el drama que se vivía. El pueblo a oscuras era, sin duda, un pueblo sometido a una ceguera que le causaba pánico y deterioro.

Ceuta, moderna y deseosa de ponerse al frente de las nuevas tecnologías, no debe permitir que Endesa la oscurezca. Que la deje, cada dos por tres, sin energía. O sea, que la devuelva al pasado.
 

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