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OPINIÓN - JUEVES, 17 DE MAYO DE 2007

 
OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Guerra al botellón

Por Jesús Carretero


Y muy especialmente ahora que llega el verano, y que los cambios de población, especialmente los jóvenes, a zonas de veraneo, trastocan el orden, aunque acrecientan la caja en los bares, restaurantes, hoteles y supermercados.

El botellón es la moda desde hace bastantes años, que está desconcertando a propios y extraños, pero que es más seguido de lo que en principio se esperaba.

Podemos decir que el botellón es la cola de la cultura postmodernista o de la “movida”.

En principio pudo tener sentido y muy especialmente cuando “esas reuniones” de jóvenes, y no tan jóvenes, venían movidas por los elevados precios de ciertos bares, con lo que los chavales, “con la paguita” del padre, a lo sumo, podían tomarse una consumición y luego después se tenían que conformar con “mirar”.

Yo no es que lo justifique, pero sí que lo comprendo, porque con lo de una coca cola en un bar, compraban coca colas para cuatro en un supermercado.

Hasta aquí pase. Lo malo es que la competencia en el beber, y eso sucede en cuanto se juntan dos docenas de chavales, no digamos trescientos, trajo como consecuencia una larga serie de “comas etílicos”, “borracheras”, o como se quiera llamar y que está trayendo de cabeza, primero a los encargados del orden y del control, y luego también a los servicios médicos, prácticamente en todas las ciudades, donde se practican tales reuniones.

La operación reclamo, cuando hay competencia de jóvenes, a ver quienes atraen más, ha dado más de un quebradero de cabeza y salvo que se combata de verdad, no con actitudes para la galería, el verano puede volver a estar mojadito en gran parte de la geografía de nuestro país.

Es una moda, dicen algunos; es una forma de estar al aire libre tomando unas copas, dirán algunos otros, pero en estos momentos que vivimos, ni unos ni los otros pueden justificar estas correrías en zonas que molestan a una buena parte de ciudadanos ajenos a la “botella”, cuando se hace dentro del casco urbano, o acarrean doble peligro cuando se hace en aquellos lugares que apartados del casco urbano, por el hecho de no ser vistos por mucha gente, corren el riesgo de gravedad mayor para la propia salud, si una “indisposición” cargada de alcohol no es atendida a tiempo.

Todavía, no digo que no lo haya, no he visto ningún programa electoral que trate este asunto con profundidad, con la fuerza necesaria para erradicarlo, pero es que, claro, una promesa de este tipo no da votos, a lo sumo puede quitar algunos de una parte considerable de la juventud metida en esos rollos y ya se sabe que en época de elecciones “ un voto es un voto”, aunque para conseguirlo haya que meter la cabeza bajo el ala o hipotecar el traje de novia de la madre.

Es más, ciertos grupos “progres” partirán del hecho de que prohibir por prohibir no es conveniente hacerlo y que es mejor dar consejitos que no sirvan de nada. Lo malo del caso es que esos consejos, si es que llegan , es a base de meter miedo en los paneles de las autopistas para los conductores.

Eso está bien, pero al botellón van personas que conducen, pero otras muchas que nunca han cogido un volante y que a lo sumo al “botellódromo”ha ido un colega para llevar el coche, uno que no suele beber, pero que dado el ambiente se anima a tomar alguna copeja, con lo que eso significa después,especialmente si conduce “a medios pelos”.

No hay más vuelta de hoja, no vamos a jugar a buenos y a malos, a leyes permisivas y a leyes que prohiben todo, vamos a “recortar” ( he dicho recortar) una lacra que ha nacido, se ha desarrollado y sigue vigente para perjudicar la salud pública y el buen sentido de la convivencia de las gentes.

Ahora, cuando sin ton, ni son ha habido ciertos atisbos de “ley seca”, sería impresentable que partidos grandes, grupos regionales, meras comparsas electorales y asociaciones que dicen buscar el bien de los grupos o sectores, dejaran de lado esto y permitieran que un verano más, el botellón sea la vergüenza de nuestra sociedad, creando con ello el caldo de cultivo para otras actividades delictivas que dimanan de aquí. Es una buena ocasión para frenarlo.
 

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