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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE MAYO DE 2007

 
OPINIÓN / CARTA PASTORAL

“Caridad y educación integral”

Por * Antonio Ceballos Atienza


Mis queridos diocesanos:

El Día de la Caridad, festividad del Corpus Christi, un año más nos convoca el amor de Dios, expresado de la forma más sublime en el Sacramento de la caridad, tal y como nos lo ha recordado el Papa Benedicto XVI, en su Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis: “La Santísima Eucaristía, Sacramento de la caridad, es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre” (n.1).

1. Día de la Caridad


El Día de la Caridad celebrado en el ambiente litúrgico del Corpus Christi nos recuerda el misterio de Cristo, quien, al asumir la naturaleza humana, se hizo solidario con todo el género humano uniéndolo sobrenaturalmente como una familia, y estableció la caridad como distintivo de sus discípulos (cf. AA 8). Y la Iglesia se ha hecho reconocer, en todo tiempo, por el distintivo del amor y reivindica para sí, aún reconociendo las iniciativas de los demás, las obras de caridad como un deber y un derecho propio a los que no puede renunciar.

El ejercicio de la vida apostólica tiene su fuerza en la caridad, puesto que “quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios con él” (1Jn 4,16). Por eso la evangelización y la vida cristiana comportan una especial preferencia por los pobres de este mundo, como lo hizo Jesús a lo largo de su vida pública, que se identificó con el pobre necesitado (cf. Mt 25,31-46). Todos los sectores de la población más necesitada tienen que ser hoy preocupación constante de la Iglesia y de los cristianos. Estos sectores, en cuyas filas se encuentran los “nuevos pobres” de la sociedad moderna son: los ancianos solitarios, los enfermos terminales, los niños sin familia, las madres solteras, los delincuentes drogadictos y alcohólicos, el hambre, el respeto ecológico y la defensa de los derechos humanos, sobre todo, la educación.

2. Promover acciones concretas de caridad


El Día de la Caridad pretende promover acciones concretas de caridad; hace caer en la cuenta de que la práctica de la caridad no puede ser relegada a acciones esporádicas y espontáneas, sino que ha de ser una actividad constante en las comunidades eclesiales, sobre todo, porque las carencias humanas están ahí y ha de actuarse para remediarlas radicalmente. Esta jornada ofrece la oportunidad de recordar a las instituciones eclesiales, especialmente a las comunidades parroquiales, que deben prestar atención organizada a las actividades caritativas y de promoción social.

3. “Caridad y educación integral”


El lema de este año “Caridad y educación integral” es una invitación al amor que brota de la Eucaristía, y nos compromete en la tarea urgente de defender la dignidad de cada persona, especialmente las condiciones de vida y la dignidad de los marginados, los excluidos y los más pobres. En las actuales circunstancias de la Iglesia en España, es necesario el compromiso de promover el derecho a la educación integral.

Según la enseñanza tradicional de la Iglesia, la caridad despierta el sentido de la justicia, y es la virtud social por excelencia, ya que la caridad permite realizar plenamente la justicia y superarla.

4. Compromiso personal y colaboración económica


En este Día de la Caridad, a la hora de tomar nuestros compromisos personales, al mismo tiempo que contribuimos con una aportación económica al sostenimiento de las actividades y proyectos de Cáritas, considero que es una ocasión propicia para asumir también un compromiso para trabajar en favor de este derecho a la educación integral.

5. Acción educativa integral


Considero que es preciso colaborar en cada momento histórico de un modo responsable y comprometido. Es verdad que el pragmatismo ambiental invita a atrapar el presente sin reflexionar sobre el porvenir; pero el educador ha de adelantarse al tiempo en el que está, si quiere preparar bien a aquellos que protagonizarán la historia después. Así, pues, los que orienten a vivir con sentido el “por qué” y “para qué” de la existencia humana; los que ayuden a potenciar en la educación el ser, el compartir y la capacidad de servicio, relativizando el tener, el poder y el consumir; los que ofrecen alternativas a una cultura evasiva y sin horizontes que conduce irremediablemente al vacío y al desencanto; los que susciten la necesidad de recrear y transformar la realidad presente en sus aspectos injustos e insolidarios; los que animen a anteponer a la búsqueda del bienestar los valores del bien y del ser; todos estos serán auténticos bienhechores de la humanidad y estarán abriendo paso al Reino de Dios, que es posible en este mundo porque ya está dentro de cada uno de nosotros y tiende, por su propia fuerza interior, a extenderse hacia fuera, convirtiéndose en signo de esperanza y de futuro.

6. Respuesta en favor de la educación liberadora


Por otro lado, me pregunto por el mundo en el que van entrando los niños, adolescentes y jóvenes que están en las aulas de nuestros centros educativos: ¿Cómo es? “Este mundo moderno -se nos dice en el Concilio- aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden servirle o aplastarle” (GS 9).

Y el mismo Concilio afirma: “El hombre vale más por lo que es, que por lo que tiene. Asimismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más justicia, mayor fraternidad y un planteamiento más humano en los problemas sociales, vale más que los progresos técnicos” (GS 35). Al mundo de la educación integral de hoy le toca responder, entre otros, a estos desafíos. Todos los católicos, pero especialmente los más implicados en las realidades educativas, estamos llamados a dar la respuesta adecuada. En nosotros está el salir al paso de estos retos, con la oferta humanizadora y transformadora de Jesucristo, de su Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia.

7. Compartir la tarea educativa


Os invito a todos a colaborar en esta tarea de la educación integral: familia, colegios, educadores, sacerdotes que impulsáis las comunidades parroquiales, religiosos y religiosas entregados a la formación de la juventud, y seglares que hacéis presentes los valores cristianos en las estructuras educativas.

En esta solemnidad del Cuerpo de Cristo, inspirados en la Eucaristía, que es el Sacramento de la caridad, como nos ha recordado el Papa Benedicto XVI en su encíclica Dios es amor, aprendamos a compartir con otras muchas personas y grupos, que también trabajan por la educación y formación de la persona.

Que la santísima Virgen, Reina de la sabiduría, nos acoja, bendiga y guarde en su amor.

Reza por vosotros, os quiere y bendice,

* Obispo de Cádiz y Ceuta

Cádiz, 25 de mayo de 2007.

 

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