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OPINIÓN - MARTES, 29 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

La vida sigue
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Reconozco haber sido un damnificado de Juan Vivas, hace ya algunos años. Pero pocas veces he escrito sobre ello. Lo cual no quiere decir que nunca hayan salido de mi boca algunos comentarios al respecto, entre bastidores.

Cierto es que sufrí lo indecible por decisiones tomadas por un Vivas a quien entregué toda mi confianza durante dos empleos aceptados por tener de él un concepto extraordinario como persona y funcionario. Había asumido, total y absolutamente, que era alguien de fiar.

El primer revés me lo llevé siendo JV directivo de la Agrupación Deportiva Ceuta; el segundo, cuando manejaba las riendas del entonces llamado Instituto Municipal de Deportes. En ambos casos, la verdad sea dicha, lo presionaron de forma que se vio obligado a actuar de manera que no cuadraba con la fama de hombre cabal que ya se había ganado a pulso. Y hasta puedo asegurar que lo ocurrido le afectó muchísimo.

De aquellas relaciones, que pudieron terminar cual el rosario de la aurora, yo aprendí muchísimo. Y él, lo sé a ciencia cierta, descubrió que había personas capaces de desechar un empleo, magníficamente remunerado, antes de someterse a los muchos trapicheos y chanchullos de unos políticos, que causaban sonrojo e indignación.

El trato diario con Juan Vivas, durante muchísimo tiempo, me hizo comprender que estaba ante alguien que ejercería como político destacado. Porque ya lo era. Sólo le faltaba curtirse, un poco más, y aprovechar el momento oportuno para convertirse en lo que es actualmente. El mejor político de una tierra cuyos ciudadanos, mayoritariamente, se han adherido a su causa.

Hablar así de JV, desde hace ya varios años, muy a pesar del daño que me causaron tanto en lo profesional como en lo económico, sus injustas y erradas decisiones, no era sino reconocer que por encima de cualquier problema particular primaba en mí el deseo de contar con el mejor alcalde que puede tener esta ciudad. Sí; ya sé que se me ha criticado lo que algunos creen que es una defensa a ultranza de él impuesta por la línea editorial de este medio. Y a mí no me ha importado en absoluto que esa creencia exista. Hasta el punto de que yo mismo, cuando lo he creído conveniente, la he deslizado entre quienes compartían cháchara conmigo.

Vivas, sin embargo, es consciente de que se me debe dejar a mi aire en ciertas guerrillas, porque tiene la certeza de que en las grandes guerras estaré al lado de la razón capaz de hacer más grande esta ciudad. Una ciudad en la cual no me ha retenido el disfrute de una paga superior a la que se gana en la Península. Por poner un ejemplo, legítimo. Lo que no entiendo, o mejor dicho, sí lo entiendo pero con gran desprecio, es que en estas elecciones se hayan subido al carro de las adulaciones quienes, no ha mucho, corrían a contar miserias de Vivas y de la señora Palomo, en la Delegación del Gobierno, cuando había un abulense como inquilino. Unos señores que no se dan cuenta de que escribir es agradar e interesar. Y ser eficaz. Y que las astucias del estilo no se consiguen, en muchos casos, ni siquiera habiendo pasado por Salamanca.

Vaya, pues, lo que sigue como advertencia: no quieran los últimos de Filipinas buscarme las cosquillas. Máxime cuando me dispongo a disfrutar durante unos días de la mayoría absoluta obtenida, otra vez, por Vivas. Ah, permítanme decirles que la decisión tomada por la señora Palomo es muy digna. Ya podría Aróstegui aprender de la vergüenza torera demostrada por esta socialista. Mohamed Alí cortó orejas. Y Mustafa Mizzian sólo está recogiendo aplausos en los medios. La vida sigue.
 

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