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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 13 DE JUNIO DE 2007

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Los Reyes
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Me había propuesto no tocar, por mucho tiempo, nada que afectara directa o indirectamente a la actividad política del señor Aróstegui. Y a fe que lo estaba logrando, porque hoy por hoy este caballero, políticamente (en lo demás no me interesa) hablando, es un juguete roto y como tal no le daba ningún valor.

Ahora mismo, hay asuntos más importantes en la ciudad que podemos y debemos abordar, por ser asuntos que afectan a muchos habitantes, solventes y merecedores de crédito.

En esas estábamos, cuando de pronto veo que vuelve a tirarse a la piscina sin agua, José Luis Aróstegui y su pirueta, que no chapuzón, aparece con sus manifestaciones, tal vez también deseos, de que desde la Ciudad Autónoma en el primer pleno, y si no en el segundo, se solicite formalmente que los Reyes de España visiten Ceuta.

La propuesta hecha por otro u otros tendría un gran valor y, posiblemente, pudiera llegar a estudiarse, pero viniendo de Aróstegui esa petición implicaría aparecer él en la prensa, estirarse un poco el gaznate y luego dejar por los suelos esta tirra, con alguna actitud de las que suele organizar en los momentos menos esperados.

Y es que todavía hay quien recuerda en Ceuta el recibimiento que Juan Luis Aróstegui, y los que le secundaron, hicieron al Presidente del Gobierno, en su visita a la ciudad.

En aquel caso un grupo de personas, muy pocas, naturalmente con el señor Aróstegui, como director de orquesta “adornaron” parte del recorrido del señor Rodríguez Zapatero, recordandole, exigiendole o molestandole con aquellas peticiones, inoportunas, intempestivas y mal intencionadas.

¿Qué buscaba él con eso? La cosa era muy clara, que los medios de comunicación vieran que aquí un “ceutí de pro” pedía y reclamaba algo que, en aquel momento, no era lo que más venía a cuento.

No quiero ni pensar, si un día vienen, que vendrán cuando la Casa Real y la Ciudad establezcan la fecha idónea, digo que no quiero ni pensar el saludo con el que se iban a encontrar los Monarcas de parte de Aróstegui, lo mejor con lo que podía recibirles sería con alguna pancarta, de las que se ven bien, y que dijera ¡¡Viva la República!!. Eso sería lo más gratificante que encontrarían de este caballero. Porque hay que ser serios, a Aróstegui le importa un rábano que vengan los Reyes, los Príncipes, el Presidente del gobierno, o el presidente de la comunidad de vecinos de la calle mayor de mi pueblo. A él eso le da igual, lo que quiere, lo que le gusta es el jaleo, el folklore mal entendido y dejarse ver ..., no sé para qué, porque luego en las elecciones no le vota ni la familia.

Esa petición que se hace a la Ciudad Autónoma, a su Gobierno, si lo hace otra persona u otros grupos que han demostrado su integridad y su saber estar, sería interesante, pero que salga de Aróstegui el vender esa imagen es algo como “ pensar en Satán para imprecar al pecado”.

Y no me duelen prendas en manifestarlo, porque ya va siendo hora de que lo mismo que hacen los votantes, con tranquilidad y sosiego, hagan todos los demás, dandole la espalda y no riendo sus gracias, que de graciosas tienen muy poco.

Menos mal a que ya hace doce años que no ha podido volver a sentarse en uno de los escaños del Ayuntamiento, pero habría que preguntarle si en su etapa, manejando la economía, hubiera pensado tanto en la búsqueda de visitas, cuando lo que faltaba en su gestión era la ortodoxia necesaria para que las cuentas cuadraran y el alcalde de turno no corriera, con la ley en la mano, ningún peligro.

A partir de hoy, me lo propongo de verdad, ni durante los días que voy a estar aquí antes de vacaciones, ni en todo el verano, cuando escriba desde donde esté, voy a volver a escribir una línea sobre este caballero, que cada día con sus utopías infundadas, intenta ir contra molinos de viento, pero él quedandose a buen resguardo para que las aspas no le toquen. Es una verdadera enfermedad la que aparece en este hombre que quiere ser, niño en bautizo, novio en la boda y muerto en el entierro. Desde luego, políticamente bien muerto está y sin necesidad de entierro porque sus actuaciones le han colocado en su justo sitio.
 

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