PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - VIERNES, 15 DE JUNIO DE 2007

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Desde pequeño, o sea un poquito de menos altura que ahora, sentí una gran admiración por Antonio Molina. Tal era mi admiración por el genial cantaor malagueño que llegué a intentar imitarle. Aunque lo mío, la verdad sea dicha, nunca ha sido el cante, que para dar el “cante” están otros. Según algunos de mis vecinos mi imitación del falsete de Antonio era magnifico.

Luego, con el paso del tiempo, cuando la voz se va enronqueciendo al cumplir años, el falsete, ese que dicen que lo hacía bastante bien, llegó a parecerse como un huevo a una castaña. Con lo cual, ni que decir tiene, no volví jamás a hacerlo. Mi sentido del ridículo no me permite realizar ciertas cosas en las que no esté preparado para hacerlas.

Sin embargo, hoy día, no me causa sorpresa alguna comprobar como personajillos, politiquillos del tres al cuarto hacen constantemente el ridículo, jaleados por los pelotas y lameculos que les rodean.

Algunos en la creencia de que son los mejores imitadores, de Castelar, que haya podido parir madre, se lanzan a hacer el más espantoso de los ridículos en cada una de sus intervenciones, pegándole cada patada al diccionario y a la educación que no la mejora ni la magia del pies derecho de Bekham. Eso sí jaleados, en cada una de sus intervenciones por esa patulea de pelotas y lameculos que les rodean haya donde vayan, haciéndoles creer que, en verdad, son hasta mejores oradores que Castelar.

El problema que tienen, todos estos personajillos, politiquillos del tres al cuarto, es que incluso llegan a creerse que son grandes oradores, capaces de con su palabra de convencer al mundo mundial.

Sus intervenciones las inician y las finalizan mirando, siempre, a esa clac de pelotas y lameculos que, repetidamente, le dan sus aplausos y sus gritos de ánimo, mientras con sus miradas retan al público que permanece impasible ante las ridículas palabras de estos “cautelares” de pacotillas.

Cuando bajan del estrado al que se han subido para pegarle patadas al diccionario, sus pelotas y lameculos, corren a abrazarlos y felicitarlos por su brillantísima intervención. Y ellos, en un alarde de facultades, se abrazan emocionados a todos estos, prometiéndoles al oído lo que les van dar de conseguir el añorado puesto por el que luchan.

Promesas estas que, en la mayoría de la ocasiones son incumplidas, dando lugar al rebote lógico de todos estos pelotas y lameculos que tanto jalean a esos personajillos, politiquillos del tres al cuarto, al que de forma rápida le ponen a parir, olvidándose de que han sido ellos, los que han alimentado el ego de todos estos inútiles que se creen los “cautelares” modernos.

¿De verdad qué estos personajillos, politiquillos del tres al cuarto no se dan cuentas de qué, cada vez que hablan en público, hacen el mayor de los ridículos?.

Aunque no los entiendo, me gustaría que nunca nos faltaran porque, eso sí, estos personajillos, politiquillos del tres al cuarto, nos dan mucho juego a los periodistas.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto