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OPINIÓN - VIERNES, 15 DE JUNIO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Y ahora, hablemos de amor…
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

La televisión, la prensa, los medios en general, vomitan cotidianamente tres tipos de historias: trágicas, las de los casos de malos tratos; indignantes y diseñadas para enrabietarnos y gruñir eso que dice alguno de “¡Aquí haría falta el Franquillo, pero con treinta años!” entiéndase desarticulación diaria de las bandas de albonokosovares y de rumanos que entran gozosamente por Hendaya para cometer crímenes en España. Y otras de apariencia irremediable como las muertes en carretera.

Pero, me den la razón, nadie cuenta historias de amor. Y haberlas haylas, como las meigas y la Santa Compaña, pero no adquieren rango de noticia ni parecen merecer ser publicitadas. Cuando lo merecen y mucho. Y encima “necesitamos” urgentemente una realidad amable que corra paralela al puteo diario, al inmenso drama en que parecen haberse convertido los telediarios. Joder, con perdón de la bella palabra hispana, es que chorrean sangre, hambruna, miseria, catástrofes y calamidades. Y cuando atenazan una anécdota no sanguinolienta, o suele ser una jilipollez, como la de un desfile de moda interior donde las bragas y los sostenes son de chocolate, para refocile de golosos y lujuriosos, o. pero aún, una historieta lacrimosa de esos amores ñoños y edulcorados que se adjetivan como “solidarios”. Eso no me vale. Yo quiero amor del bueno, del duro, del que no se abarata, del que, como el crisantemo imperial, resiste los embates del tiempo.

¡No vean! Acabo de terminar mis devociones con la lectura de unas palabras “Allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo…” Eso lo escribió mi padre adoptivo, San Josemaría Escrivá, que comparte paternidad de Nuria con San Antonio Gaudí, el arquitecto de Dios ¿Qué que pasa con mi pater biológico? Pues que debe andar por algún lugar de su tierra empeñado en estudios comparativos entre los textos coránicos y la Biblia, encontrando su amor en la dualidad hispanorrifeña y si eso le hace feliz ¡ele sus huevos!. No obstante, hablando de amor, no es que pretenda que, los noticiarios y la prensa sean reposo de juglares y de trovadores, pero los únicos ennoviados o maridados que parecen contar son los petardos del famoseo que se arrejuntan y desajuntan muchas veces para hacer caja. Y es que hay mucho mercantilismo dentro de la temática del tanga asesino y de la bragueta alocada. ¿Qué musitan con esas expresiones entre críticas y escépticas? ¿Qué estoy calumniando a los tangas? No. Exceptio veritatis. Que vengan los peritos del CSI y certifiquen mediante dictamen forense si, el introducirse la tirilla del tanga por la hendidura del culete, no es un tormento digno de la Santa Inquisición. Picaruelo, provocativo, hacedor del idioma “mujer chichitanga” que viene a ser como patiperra pero en ropa interior esclavizadora y antihigiénica. ¿Qué que tiene que ver el amor con el tanga? Pues mucho porque, por amor a la prenda, el mujerío acude a la esteticista y se depila cruelmente sus partes pudendas para lucir la celebérrima “ingle brasileña”. ¿Qué como soportan el tirón fatal de la cera fría? Pues en plan eslavo o numantino, creciéndose ante las dificultades, ofreciendo el sacrificio por alguna causa ajustada a Derecho (servidora es muy legalista) y suspirando entre gemidos entrecortados “¡Un parto duele más!”. Amores… Me motivan las pequeñas historias de amor, no inmensas y sublimes, que dejan sin aliento por su intensidad, sino chiquitas. El amor por su amo en los ojos acaramelados de un perro, la sonrisa de una madre ante un bebé dormido, la mirada del padre cuando el hijo garrapatea su primeros palotes, el parpadeo ante el ondear de la roja y gualda, el pellizco en el estómago al son de la chirimía… Les digo, les certifico, que miro esos amores y estoy viendo la sonrisa de Dios. Y ahora, hablemos de amor…
 

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