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OPINIÓN - LUNES, 18 DE JUNIO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Mi compañero Hoffmann y el Gran Circo Malayo
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Servidora de ustedes, abogado y periodista, que, de pasar fatigas perdió la vista, creía, tan solo en cierta manera, para que mentir, vivir en un Estado de Derecho. Sí, en uno de esos lugares donde rigen y mandan Constituciones garantistas, democráticas y enraizadas en nuestros firmes valores occidentales. Será porque, sin ánimos de señalar y mejorando la presente, perdón, he querido decir empeorando la presente, la democracia es invento de nuestra civilización, un amable e inexportable invento que, en la realidad española, resulta pura entelequia. Al igual que la exposición gomosa de los derechos y libertades ciudadanos son una fabulación biensonante y de “buen tono”. Nuestra verdad es como recoger de una cuneta a una burra muerta y hedionda, bien poblada de moscas y de gusanos, maquillarla con un camión de cal viva y después edulcorarla con una tonelada de azúcar glasé para darle apariencia de tarta de convite de boda. Luego pueden invitar a comer el invento al pueblo soberano, previa colocación de una romántica pareja de novios en la cima, como toque elegante y delicado.

¿Qué explique de una puta vez a qué vienen mis amargas fulminaciones? Bueno, les diré que siento vergüenza ajena., acharo, sonrojo y un inmenso desencanto. Que no es desesperanza, en absoluto, sé que vendrán los Nuestros y harán cargar a cada palo con su vela y que, el que ríe el último ríe dos veces. Eso dicen. Aunque yo prefiero una tranquila sonrisa a troncharme de risa con efecto retroactivo. Porque no tengo ánimo revanchista, pero sí una auténtica avidez de justicia contra quienes potencian, permiten, incitan y promueven ese horror jurídico, ese atentado cotidiano contra el honor y la intimidad de las personas, sí, ese oprobio llamado por el pueblo y por el populacho “Gran Circo Malayo”.

Los imputados en estas pseudo Diligencias, son unos ciudadanos que ni tienen, ni han tenido, ni tendrán jamás, derecho a esa pamplina que debería desaparecer a la voz de ¡ya! De la Constitución Española. De ese eufemismo cursilón y facilón de redactar pero imposible de materializar que es el llamado Principio de Presunción de Inocencia. Los malayos, todos, han sido juzgados y condenados de antemano, pero no por sesudos juristas ni magistrados, sino por el gentucerío de las tertulias televisivas del corazón. ¡Ah! Y por el Tomate.

Se levanta el pamplinero “secreto de sumario” que es que, las criaturas a quienes acusan, permanecen a ciegas hasta que, los udycos y los jefazos de Madrid acaben de redactar sus gorigoris criminalizando, presuntamente, todo lo que se mueve y resulte políticamente correcto, oportuno y atractivo para la prensa. Vamos, que sea muy publicable, publicitable, carnaza para los de la cámara y la alcachofa y objeto de foto en la puerta del juzgado. Porque, el sumario del Circo Malayo, con grandes estrellas invitadas como son las célebres “Hermanas Maravilla y sus monos amaestrados” parece llegar y llega a manos de los tertulianos del corazón antes que a los propios perjudicados. El viernes abrieron el programa del corazón nocturno de Antena 3 hablando del juez Torres y erigidos los tertulianos en inmisericordes fiscales, folios de las actuaciones en mano. El sábado mañana, mi compañero Hoffmann, un gran jurista, hombre de bien, impecable procesalista y cómplice de servidora en temas intrincados y farragosos, fue pregonado en El Mundo, sección Málaga, por una mindundi con pluma que se limitó a copiar las acusaciones policiales. Sin un puto contraste con la realidad, dando por buenas las opiniones parcialísimas de los acusadores. Las Hermanas Maravilla no permiten que Hoffmann, inocente espectador, se defienda de la imputación de haberse comido un plátano de los malcriados simios.

No han encontrado la cáscara, nadie le ha preguntado si es alérgico a los plátanos y ni tan siquiera si estaba presente en la función o si se llevó la fruta de su casa para darle la merienda a sus niñas.

Los ciudadanos “sentimos” cuando existen juicios paralelos y los odiamos, porque, el Gran Circo me puede señalar mañana a mí, o a ustedes. Ninguno estamos a salvo en el Imperio de la Presunción de Culpabilidad. Todos culpables. Lo dice el Tomate.
 

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