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ACTUALIDAD - JUEVES, 28 DE JUNIO DE 2007


Lokazo en el CETI. M. Z..

inmigracion / entrada a través del perímetro
 

Delegación descarta asaltos masivos a la valla y tilda de “excepcional” el pase de un subsahariano hace 7 días

El inmigrante congoleño Serge J. Lokazo dice sentirse “muy bien” en el CETI y describe su odisea desde Oujda como “una aventura en la que solo recibí la ayuda de Dios”
 

CEUTA
Gonzalo Testa / S. Benabdelmoula
gonzalotesta@elpueblodeceuta.com

Es más que probable que antes de que cumpla veintiún años, el próximo 11 de agosto, Serge Junio Lokazo (Kinshasa, República del Congo, 1986) forme parte de alguno de los grupos de inmigrantes subsaharianos católicos que a diario se acercan hasta el santuario de Nuestra Señora de África para participar en alguna de las actividades promovidas por la Vicaría, pedir ayuda a los fieles del templo o simplemente dar gracias a Dios y a la Patrona por haberles sacado de su infierno particular.

Lokazo, con la apariencia de un adolescente apenas todavía, tiene mucho que agradecerle, como cristiano devoto que dice y aparenta ser, a Dios. Huérfano de padre y madre y sin más familiares, se crió en la capital de la República del Congo. En Kinshasa, la antigua Léopoldville, la tercera ciudad más grande de África después de Lagos y El Cairo, llena de contrastes, creció al lado de alguien a quien ahora sólo se refiere como “un hombre” que, llegada la pubertad “me dijo que me fuera”.

Así recordaba el inicio de su odisea africana ayer mismo el primer inmigrante que ha logrado saltar la doble valla que separa Ceuta de Marruecos a lo largo de todo su perímetro fronterizo desde que su altura fue recrecida hasta 6,10 metros de altura. El hecho de haber sido el primero en hacerlo no es el único galón que luce: además lo hizo solo, tan solo como recorrió el camino que va desde Oujda, el infierno preferido de los marroquíes para recluir a los inmigrantes subsaharianos que detiene en su territorio, justo al lado de la frontera con Argelia.

Lokazo, como los miles de subsaharianos que le han precedido durante los últimos quince años, llegó a Marruecos a través de Argelia, hasta donde a su vez había llegado utilizando coches y piernas. De esto hace 18 meses.

“Oujda, a medio kilómetro de la frontera con Argelia, tiene alrededor de medio millón de habitantes y desde 2001conoce el fenómeno de la llegada de inmigrantes subsaharianos en tránsito”, asegura María Ángeles Marco, que el pasado mes de abril visitó la plaza en el marco de una expedición humanitaria organizada por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA).

“Es un lugar de paso natural para los subsaharianos y el sitio adonde la policía marroquí expulsa a los que detiene en todo el país”, detalla Marco, quien tuvo la oportunidad de conocer de primera mano el campus universitario donde se congregan cientos de ellos. “Allí encuentran un poco de refugio en el campus universitario, pues la existencia de unos 300 estudiantes de su mismo origen les permite pasar más desapercibidos”, detalla la miembro de la oenegé andaluza, quien describe su situación como “de absoluta precariedad, durmiendo a la intemperie y comiendo de la basura o la mendicidad”.

De Melilla a Ceuta

En ese mismo campus vivió también Lokazo, que en diciembre del año pasado comprobó en sus propias carnes, como aún atestigua una tremenda cicatriz en su cadera izquierda, la capacidad de respuesta de la Guardia Civil en la frontera melillense.

Como no le quedaron más ganas de volver a intentarlo, emprendió el camino hacia Ceuta a pie vía Nador, Alhucemas, Tetuán y Castillejos. El camino le costó casi tres semanas de caminata, periodo durante el que sobrevivió gracias a la caridad de algunos marroquíes y a pesar de la agresividad de otros.

“Recorrí el camino pidiendo limosna por las casa que me iba encontrando”, asegura el joven congoleño en la puerta del CETI ya con un nuevo número de teléfono (español) en su bolsillo después de haber visto cómo le robaban tres móviles marroquíes durante el trayecto.

“Sólo Dios me ha ayudado”

Sin embargo, todo lo que antes fueron dificultades se convirtieron en increíbles casualidades a su favor cuando se acercó a la frontera ceutí.

Lokazo ni siquiera sabe lo que es Beliones y su campamento, donde más de mil subsaharianos vivieron durante años. Desde Tetuán se acercó a Castillejos y desde allí se internó en los bosques que rodean el perímetro fronterizo.

“Me encontré con un soldado marroquí [cientos de ellos permanecen desplegados desde el otoño de 2005 en las montañas que limitan con la ciudad autónoma, algunas de cuyas vertientes fueron taladas para evitar que los subsaharianos se ocultasen en ellas] pero salí huyendo entre los matorrales y conseguí llegar hasta la valla”, explica el joven congoleño, que hasta la fecha no ha visitado el centro de Ceuta más que para pedir asilo en España.

La madrugada del jueves al viernes [según Arreciado; una noche antes según su testimonio] a las 2.35 horas, pegado a la doble valla, los tres metros de altura añadida que el Gobierno le incorporó tras las avalanchas de septiembre de 2005 no fueron un obstáculo insalvable para él. Ayer, el delegado del Gobierno explicó que el fuerte viento que sopló en Ceuta la noche del jueves al viernes pasado de madrugada generó “miles de alarmas ficticias”.

En la única real, Lokazo consiguió burlar una tras otra las dos vallas, coronadas todavía por las temidas concertinas que Zapatero prometió eliminar hace casi dos años. En sus púas se dejó su gorra, su chaqueta y unos cuantos jirones de piel de su brazo derecho y sus muslos.

Ya en territorio español y sin nadie a su alrededor (“no sonó nada y no apareció nadie”, asegura con sus heridas vendadas) caminó desconcertado hasta que un policía vestido de paisano al que reconoció por su pistola le dio el alto. “Llamó por teléfono y cuando llegaron agentes de uniforme me llevaron al hospital”, concluye la parte más trágica de su historia.

“El defecto está corregido”

Arreciado se pronunció ayer por primera vez sobre el sorprendente, incluso para los agentes que interceptaron, suceso. El delegado recordó que en los 13 meses que lleva en Ceuta “sólo se han registrado 6 intentos, todos individuales, de asalto a la frontera” y situó en la “excepcionalidad” el que éste tuviera éxito.

“Esa noche hubo muchas alarmas que no se correspondían con ningún intento; en ese contexto hubo una que no se atendió y que permitió la entrada”, dijo el onubense, quien dejó claro que el “exceso de sensibilidad” del panel que controla las alarmas en el perímetro “ya ha sido corregido”. Además, reiteró que “el peligro de que grupos grandes de inmigrantes puedan intentar asaltar la valla continúa sin estar en el calendario de lo posible a corto plazo”.

Jardinero profesional, Lokazo dice aspirar ahora a “vivir en España”. Seguidor del Real Madrid y de Raúl, Casillas y Guti, al joven congoleño le gustaría “aprender español” y “trabajar en Madrid o Barcelona”. En el CETI dice sentirse “muy bien tratado” y ansía no correr la misma suerte que la docena de guineanos que, como Mama Samba, siguen esperando destino en el CETI desde septiembre de 2005.

Tras huir, hace meses, del Jaral para evitar su deportación, el grupo sigue “esperando” una solución. “Estamos en el CETI y salimos a buscarnos la vida al centro, pero aquí no hay trabajo”, lamenta Samba. En Delegación del Gobierno tampoco saben cuándo habrá una solución para su caso, pendiente de acuerdos bilaterales de repatriación.
 


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