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OPINIÓN - VIERNES, 29 DE JUNIO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

¿Quién le pone el cascabel al gato?
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

O, en moderno, ¿Quién le pone extensiones de cabello natural al felino arañaojos? Complicado. Porque faltan redaños, o porque, desde los despachos suntuosos la cercanía al sentir del pueblo llano es inexistente. Demasiados años luz. Pero el asesino de la joven Sandra, violada, torturada, quemada y atropellada, va a quedar en libertad tras cuatro años de vagancia a la sombra acogedora de un correccional. El elemento era “menor” y en esos cuatro años, ha realizado algunas chapuzas en el taller de carpintería y ha aprendido a comer con cuchillo y tenedor.

Pero el Sistema es garantista y “reeduca” (de ahí la utilización de los cubiertos) y va a “reinsertar”. Nunca a proteger a la sociedad de elementos potencialmente peligrosos, que apuntan claros rasgos de psicopatía, cuando no se trata de auténticos psicópatas declarados.

La llamada eufemística y cursilonamente “Ley del Menor” que debería llamarse de manera adecuada “Ley del Joven”, se promulgó y fue recibida con desconfianza y cautela. Eran una serie de normas buenistas, encaminadas a una realidad bucólica y pastoril y a un ramillete de presuntos jóvenes delincuentes prestos a recapacitar y a enmendarse con la amorosa ayuda de asistentes sociales, educadores, maestros y psicólogos. Pero resultaba absurdamente irreal y en modo alguna disuasoria para los instintos delictivos de determinados muchachos. Es más. La criminalidad se incrementó y los sociópatas menores de dieciocho años aprendieron de inmediato que, con la Ley en la mano, eran prácticamente impunes.

Fuimos muchos los que nos aunamos a los esfuerzos del propio Esteban Ibarra, el del movimiento contra la intolerancia y por tanto, libre de cualquier sospecha de intolerante, en la Plataforma para la reforma de la Ley del Menor. ¿Cómo estuvieron los Populares para parir semejante despropósito? Entonemos todos el mea culpa, porque votamos PP, pero culpa de la ciudadanía no fue, ni la normativa respondió a ningún clamor social. Muy por el contrario, las cifras de delitos aconsejaban rebajar la edad penal a los dieciséis años porque, en los módulos de menores de las prisiones existían y existen suficientes infraestructuras y unos equipos técnicos de Tratamiento, configurados por auténticos expertos capaces de determinar con rigor tablas de factores de riesgo. Amén de una seguridad y una disciplina controlada por los eficaces funcionarios de prisiones.

Un correccional, perdón “Centro de Reforma” puede servir para jóvenes determinados, en absoluto peligrosos ni multirreincidentes y que, por su edad, porque no son niños de teta, sino muchachos que, en otras culturas son considerados hombres hechos y derechos, comprendan y determinen el mal causado y estén firmemente dispuestos a repararlo y a enmendarse. Un Centro de Reforma tiene que ser una oportunidad para quien lo merezca y demuestre sus méritos. Si no es así, el ingreso en prisión es la amenaza con mayor poder disuasorio que existe para el delincuente potencial. El pueblo español no desea leyes compasivas con los malhechores y despiadadas con las víctimas. Al PP le entró el síndrome del “redentorismo compulsivo” y quiso poner a los delincuentes, algunos auténticos asesinos, a hacer manualidades y a asistir a terapia de grupo con el psicólogo, cuando lo que, la mayoría necesitaba era disciplina, orden, aprender a respetar las normas, trabajo duro y la intervención de psiquiatras capaces de determinar patologías.

El partido político que le ponga el cascabel al gato de reformar la Ley y rebajar la edad penal, haciendo así mismo extensiva la norma a chavales de hasta doce años que delincan, encontrará un amplia respaldo popular. Con el ejemplo de Sarkozy, en Europa ha pasado la moda de los políticos merengosos y de los profesionales de la buena conciencia. Es necesaria una nueva Ley del Joven. Y es necesario, para la tranquilidad del pueblo, desempolvar, modernizar y aplicar leyes de peligrosidad Social y de Vagos y Maleantes.
 

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