PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - LUNES, 2 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Misa en Latín
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Casi no nos acordamos ya los que cuando finalizó el Concilio Vaticano II andábamos por los dieciocho años.

El concilio que comenzó con un papa y terminó con otro distinto abrió Iglesia, prácticamente, a todo el mundo y dio una sensación de modernidad que, a la larga, ha resultado demasiado extraña, especialmente en algunas facetas de contactos con otras creencias.

Quería ser la Iglesia de todos, de hecho lo fue de los que quisieron acercarse a ella, y para estar más cerca, en su principal y único sacrificio, la Misa, comenzó a decirse cara al público y en la lengua de cada pueblo en el que se estaba oficiando.

No estaba mal, entendíamos lo que se decía, pero de lo que no estoy tan seguro es de que se comprendieran los principios de la propia Iglesia, y mucho menos de lo que representaba y representa la misa.

Aunque lejanamente recuerdo a dos curas, modernos ellos, demasiado modernos, de un pueblecito de Salamanca, Armenteros, y como tras unos días de vacaciones en Francia, al ver que allí los franceses ya estaban utilizando su propia lengua, estos llegaron al pueblo y... ¡¡ Misa en español ¡!. Más de una viejecita salía de la iglesia medio escandalizada, porque desde entonces sus oraciones, aprendidas desde niña en Latín, mejor dicho en “un masculleo que quería parecerse al Latín”, a partir de ahora no las iban a poder repetir: “ estos curas modernos terminan con nuestras creencias” solían decir algunas.

El tiempo pasó y dos largos pontificados, el de Pablo VI y el de Juan Pablo II se preocuparon de otras cosas y no volvieron a tocar para nada la lengua en la que se dice la misa. Al fin y al cabo así lo entienden todos.

Yo recuerdo haber oído a un colega, él sacerdote, que hubo demasiados problemas entre los padres conciliares, con el asunto de la lengua en la que se iba a decir la misa. En Latín era más solemne, tenía más importancia cultural, en francés, español o alemán se veía más cercana.

Se iban aprobando partes en las lenguas vernáculas, hasta que se llegó “a la fórmula” utilizada en la consagración. Aquí la mayor parte era intransigente a que esas palabras se dijeran en otra lengua que no fuera el Latín, hasta que intervino uno de los que era totalmente partidario de que el Latín fuera desplazado y llegó a decir: “¿ Es que estas palabras son una fórmula mágica?”. Ahí terminó la discusión, toda la misa se diría en francés, en español, en alemán ... .

El Concilio terminó, han pasado muchos años, pero aún hay grupos que propugnan ciertas fórmulas en las grandes solemnidades, tratadas en la lengua que les dio esplendor, y se resisten a apartar definitivamente el Latín.

Grandes intelectuales de la época no aceptaron de buen grado aquella reforma litúrgica que prácticamente prohibió el rito litúrgico que había pervivido desde Pío V hasta que lo modificó Juan XXIII en la década de los 60.

Aquí no era tanto lo litúrgico, para los intelectuales, como lo cultural, y no deja de ser significativo que sea ahora un papa intelectual, con unas bases muy profundas en la cultura el que, casi cuarenta años después globaliza el rito contactando con una corriente de pensadores intelectuales.

Me agrada que Ratzinger haya dado este paso de acercamiento, de abrir la puerta a todos, y que con esta sencilla actitud unas corrientes que se iban distanciando cada vez más de Roma, como la de Lefebvre puedan acercarse, puedan unirse y romper ciertas diferencias, más de formas que de fondo, que se han venido marcando desde hace décadas.

La decisión del Papa Benedicto XVI va en serio muy en breve publicará un documento, que no tiene que ser extenso, en el que va a marcar la rehabilitación de la misa en Latín. De esta forma, en lo estrictamente formal, se vuelve a la vieja misa tridentina.

Y aquí no es volver al Concilio de Trento, siglo XVI, es recoger algo cultural que pertenece a todos y que no debe ser arrinconado, como quedó tras el Concilio Vaticano II.

Tras el documento de Ratzinger el cura que lo considere oportuno, sin permiso del obispo podrá oficiar su misa en Latín.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto