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OPINIÓN - MARTES, 10 DE JULIO DE 2007

 
OPINIÓN / VERBA SEQUENTUR

Unas reflexiones de un ciudadano que vota al PP

Por Miguel Massanet Bosch


Hay días en los que uno tiene que hacer verdaderos esfuerzos para no caer en lo que podríamos llamar pesimismo antropológico, entendiendo este término en el sentido del concepto del hombre como partícipe del comportamiento de la sociedad. Hace tiempo que dudábamos de la competencia del  secretario de Comunicación del PP, señor G. Elgorriaga, pero a raíz del último Debate de la Nación hemos llegado al convencimiento de que o el señor Rajoy prescinde inmediatamente de él y contrata a un verdadero experto en la materia o mal vemos su andadura de ocho meses (si es que no se adelantan) hasta las próximas elecciones generales. Ya son varias las ocasiones en las que el PP ha tenido ocasión de darle la puntilla al partido del señor Zapatero y en todas ellas, por fas o por nefas, el PSOE ha conseguido, en el último momento, escabullirse y salir airoso del aprieto. Podremos citar el caso de De Juana Chaos, cuando la ciudadanía estaba especialmente sensibilizada ante la desvergüenza del Conde Pumpido; la retirada, por dos veces, de los cargos al señor Otegui; el atentado de la T4 en Barajas; la ruptura de la tregua por parte de ETA  y las revelaciones de las reuniones de la representación del Gobierno, desde el 2000, con los representantes de la banda terrorista y Batasuna, a espaldas del PP ( que debiera haber explotado antes del debate del Estado de la Nación o al menos haber preparado mejor el terreno).

 El señor Elgorriaga creo que es el peor enemigo de Rajoy. Me explico, Rajoy puede luchar de tú a tú con el señor Zapatero, cara a cara y salir vencedor o perdedor, pero dependerá de sus argumentos y de su dialéctica; pero contra quien no puede defenderse el señor Jefe de la oposición es de la persona que le aconseja en cuanto a la táctica que debe seguir para conseguir imponer sus tesis a las del partido gobernante. El enemigo en casa es el mayor peligro que le puede acechar a todo dirigente. Vamos a ver, yo puedo admitir que Rajoy haya estado mejor o peor en sus intervenciones en el Debate de la Nación; puedo pensar que podría haber insistido, como ya dije en uno de mis artículos, en otras cuestiones que hubieran herido la linea de flotación del adversario; pero lo que no puedo hacer, no debo hacer y, menos en política, es decir que “ha perdido el debate”. Es una acción de una infantilidad que raya en la inconsciencia. ¿Cúando han visto ustedes que cualquiera de los dirigentes del PSOE, hasta en sus más nefastas intervenciones – como la de Zapatero contra Aznar – admitiera que el adversario le había dado una tunda? ¡Señores que ya somos mayorcitos y la política no es lo mismo que jugar a las canicas!

Lo siento señor Rajoy, pero tengo que decir lo que me he cansado de repetir desde que usted accedió a dirigente del PP: es usted demasiado noble; demasiada buena persona; demasiado caballero para enfrentarse a una camada de zorros como la que tiene enfrente. Si, como supongo, el señor Elgorriaga es quien le asesora, mándelo a hacer gárgaras y búsquese otro más malvado, más retorcido, más mordiente, en una palabra: un cabrito capaz de anticiparse a las maldades de Zapatero y los suyos. En caso contrario, me temo que va a perecer, como cayó el general americano Custer, que fue muy audaz, muy valiente y muy heróico, pero que llevó a la derrota al 7º Regimiento de Caballería en la batalla, contra los indios de Toro Sentado, en Little Big Horn. No hay que decir que Toro Sentado- Zapatero, de aquí en adelante, no le va a dar facilidades, incluso no sería extraño que, si considera que la situación se ha vuelto a su favor, puede que adelante las elecciones aprovechando el efecto de la “victoria” en el debate de la que, con tanto despliegue de medios, se está vanagloriando.

No se puede andar de dubitativo por el mundo de la política. Si se comete un error hay que reaccionar contratacando con fuerza y buscando asediar al adversario atacando sus puntos flacos. Decir que se ha de ser más simpático, perdóneme, pero resulta una explicación pueril y ridícula. Un líder no ha de ser simpático, sino eficiente, luchador, fiarse del apoyo de sus votantes – que en este caso somos muchos – elevar la moral de los ciudadanos que simpatizan con la idea de una España unida; con la derrota de los terroristas; con una enseñanza remozada en la que se prime el esfuerzo personal, se promueva la disciplina y se busque la excelencia académica; se refuercen los valores familiares y morales y, finalmente, se retorne a la ética pública. Todo lo demás son chorradas, es perder el tiempo y, de paso, mermar las posibilidades de ganar las próximas elecciones. Si Zapatero apuesta por el apoyo de los progres de la farándula, de los colectivos de gays y lesbianas, de los antisistema y de los Verdes y separatistas vascos y catalanes (de estos ecologistas que han tenido que soportar que el Tribunal de Luxemburgo haya condenado a Catalunya – su feudo preferido –, por proteger poco y mal a las aves autoctonas y de temporada); el señor Rajoy cuenta con todos los que creemos en la unidad de España; en la necesidad de mantener la moral y la ética; en la defensa de la libertad sin concesiones al libertinaje y al abuso incontrolado de la misma;  los que queremos un ejército bien dotado y apolítico para que nos defienda;  los que pedimos enérgicamente la destrucción de los terroristas y la reivindicación de las víctimas de la banda criminal;  los que exigimos una justicia independiente que cumpla los dispuesto en la Constitución y haga que se cumpla;  los que buscamos que España sea respetada en el mundo y haga valer en Europa su postura de nación de primera línea; en fin, que no le van a faltar apoyos al PP si se deja de debilidades, titubeos, y miedos y se arma de valor para sostener, contra viento y marea, los principios que le hicieron ganar, por mayoría absoluta, cuando lo encabezaba Aznar.
 

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