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OPINIÓN - DOMINGO, 15 DE JULIO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Magdalena Álvarez
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, ha estado a punto de seguir los pasos de sus compañeros Jordi Sevilla, Carmen Calvo y María Antonia Trujillo. Destituidos los tres por un presidente que no se anda con chiquitas a la hora de quitarse de en medio a quienes no les ve condiciones para ayudar a la causa: es decir, a que él resida otros cuatro años en la Moncloa.

Los chismosos de altura, al estilo de aquellos que Pedro J. Ramírez daba alas en el desaparecido Diario 16, dicen que la ministra gaditana no ha sido decapitada porque ZP pensó que cargarse a dos ministras protegidas de Manolo Chaves tenía todas las trazas de ser entendido como un acto de provocación al presidente de la Junta de Andalucía.

Pero la otrora poderosa consejera de Hacienda de la Junta de Andalucía, conocida entonces por el apodo de “Mandatela”, sabe de sobra que no goza de la confianza del presidente del Gobierno y estará viviendo días de zozobras y sudores fríos. Y, para colmo de males, cuando aún no se le había quitado de encima el susto de la destitución, va y se le hunde un barco con los tanques llenos de peste negra.

Así, en vista de su bien ganada fama de mujer terca y de que no se corta lo más mínimo a la hora de decir lo que piensa de alguien, mucho me temo que nuestro amigo Ezequiel Teodoro, periodista ceutí que lleva varios años trabajando a la vera de esta mujer gaditana de armas tomar, debe estar pasando su particular quirinal.

Todo ello se me viene a la memoria mientras veo a la ministra en televisión pisando la arena de la playa de Talamanca: esa playa ibicenca que, afectada por el fuel que ha estado saliendo del hundido mercante don Pedro, me pone en condiciones de revivir pasajes de aquellos años vividos en una isla donde todo era noble, sereno, encalmado...

Alboreaban los años setenta y en Ibiza el nombre de Abel Matutes despertaba admiración y miedo a partes iguales. Yo lo tuve como presidente de honor del equipo de fútbol y nada más tratarlo comprendí que en aquel paraíso nada se podía hacer si no era con su consentimiento. Muchas vueltas ha dado la vida desde entonces, y aunque Matutes sea inmensamente rico, me imagino que ya su poder no será omnímodo.

Tampoco Ursula Andress es ya la misma mujer que se sentaba en la terraza de la cafetería del hotel Montesol, acompañada de Elmyr de Hory: aquel fantástico pintor húngaro capaz de falsificar dibujos de Picasso y venderlos a precios astronómicos. Una Ursula que esperaba aburrida en su casa de Es cubells, donde vivía con su padre, la llegada de un Fabio Testi que le ponía los cuernos a quien había sido la primera chica Bond y la que inmortalizó el biquini.

Pero me imagino que la diva Ursula, que ha cumplido ya 70 años, estará viviendo también estos días pendiente de las noticias sobre cuanto acontece en relación con ese chapapote que ha de tener a la ministra de Fomento en un puro sinvivir. Incluso no descarto que mi paisana entre sofoco y sofoco pueda sufrir un soponcio.

Aunque, conociendo la isla, me atrevería a decir que los ibicencos han tenido mucha suerte por la dirección que ha tomado el fuel. Una dirección que ha propiciado que la marea negra contamine tres playas: la de Talamanca, la de En Bossa y la de Figueretas. Tres playas populares, mayormente frecuentadas por quienes viven en el casco viejo de la isla. Pero en Ibiza, isla menor que las de Mallorca y Menorca, aunque distinta y singular de las dos con las que integra el archipiélago balear, hay innumerables playas y calas en las que perderse. Por ello, Magdalena Álvarez debe relajarse. Ya que la diferencia existente entre lo del Prestige y el don Pedro es abismal.
 

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