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OPINIÓN - LUNES, 16 DE JULIO DE 2007

 
OPINIÓN / VERBA SEQUENTUR

Algo deleznable se cierne sobre España

Por Miguel Massanet Bosch


Algo se está moviendo en el País Vasco; no parece que corran buenos vientos para el lehendakari señor Ibarreche, si es que debemos atenernos a su última comparecencia ante la televisión. Fingida o no la cara del jefe del Gobierno vasco era la pura expresión del desánimo, la decepción y la derrota. Cuando un político empieza por culparse a sí mismo de que las cosas del país no marchen bien, se puede deber a dos causas, las dos igualmente malas: o que esté dispuesto a tirar la toalla y retirarse de la arena política o bien, que pretenda enternecer a los ciudadanos presentándose como un mártir que ha gastado todos sus cartuchos en conseguir sus objetivos, pero al que los hados del destino le han sido adversos y, por tanto, se somete al juicio de sus defensores para que éstos, en un supremo gesto de comprensión y benevolencia, le pidan que no abandone, que siga en la brecha y que no dude de que continuarán prestándole su apoyo.

Sea como fuere, corren rumores de que, en la sede del PNV, se han levantado vientos de sedición. No todos comparten las utopías de Ibarreche y parece que más de uno se cuestiona la oportunidad de convocar el famoso “referéndum” que, en teoría, le debería servir para reclamar la plena independencia de Euskadi. Qué duda cabe de que Ibarreche jugó fuerte con la baza de ETA. Conviene que recordemos que, cuando la muerte de Miguel Angel Blanco, en el momento en que el pueblo español se levantó, unánimemente, para expresar su repulsa hacia los autores de tan abominable crimen, y las voces airadas de los cientos de miles de ciudadanos de las manos blancas, exigían al Gobierno que acabase con los etarras; entonces, precisamente, fue cuando temeroso de que el poderoso impulso adquirido por el espíritu de Ermua, fuera el principio del fin de sus elucubraciones separatistas y, ante la eventualidad de quedar aislado en sus ansias separatistas; fue cuando se decidió a intentar acercarse a la ETA, pedirle que colaborara en la tarea común de separar a Euskadi de España y, a la vez, sondear la posibilidad de conseguir la colaboración del Gobierno de la nación, para pergeñar el gran engaño al pueblo español, traición que se consumó en el llamado espíritu de Lizarra. Por desgracia para España, sus subterfugios tuvieron éxito al encontrarse con colaboradores, tan interesados como él en sacar tajada política de la negociación con ETA. Todos tenían mucho que ganar y poco que perder. ETA, que se la reconociera como interlocutora política, el PNV, que el espíritu de Ermua dejara de ser prioritario en el país vasco y, de paso, salir del atolladero en el que estaba metido al aparecer, ante los ciudadanos, como el malo de la historia, y el PSOE del señor Zapatero, para conseguir asegurarse la victoria en las nuevas elecciones y, con ello, mantener el poder para poder culminar, en la segunda legislatura, sus proyectos revanchistas, la destrucción del PP y la conversión del país en una federación de estados dirigidos, todos ellos, por gobiernos socialistas; destruyendo, de un tacazo, la unidad de España y, de paso, vengarse de su vergonzosa derrota ante las tropas nacionales de Franco. Un plan perfecto que, por desgracia para los españoles, se ha ido cumpliendo paso a paso, traición a traición, deslealtad a deslealtad.

Prueba de lo dicho la tenemos en la actitud torticera del Gobierno y, particularmente, de su presidente, el señor Rodríguez Zapatero. Ha sido la conducta impresentable del Ejecutivo socialista con motivo del décimo aniversario del execrable crimen, cometido en la persona del concejal del PP, señor Miguel Ángel Blanco, la que ha causado la indignación de la ciudadanía. No sólo no han tenido unas palabras de consuelo para la familia, que hicieran patente el profundo sentimiento de repulsa por ETA y sus métodos criminales, sino también el darles la garantía de que los criminales serían perseguidos sin darles cuartel hasta su destrucción. A cambio, el señor Zapatero se ha limitado a enviar una carta de compromiso a uno de los rotativos españoles, no precisamente de los de mayor tirada, y un telegrama a la familia. Han cubierto el episodio con un incomprensible manto de silencio, que ha sido corroborado desde la prensa del señor Polanco, evitando hacer referencia en las primeras planas de las efemérides de tan dramático hecho. Si hubiera alguna persona de buena fe que aún confiara en la firmeza del Gobierno en su lucha antiterrorista o si hubiera quien, que hubiera votado a los socialistas, que conservara un mínimo de decencia o, incluso, si hubiera cualquier persona que por mala información, desidia o pereza de pensar, continuara esperando una solución del conflicto etarra, a base de negociar con ellos; bastaría que contemplara el impresentable espectáculo de estos últimos días para que se diera cuenta de la clase de ralea política que está al frente de nuestra nación.

Ni uno solo de los ministros, ni el señor Zapatero ni la Vice de la Vogue, ni tan siquiera un subsecretario de Estado, ha estado presente en los actos de desagravio que han tenido lugar, a lo largo de una semana, hacia la familia de Miguel Ángel Blanco. Nunca en España se había llegado a un grado de desvergüenza semejante y nunca nuestros políticos habían caído tan bajo; al menos, desde que los mismos correligionarios de los que ahora nos gobiernan, se cargaran la República del 14 de abril de 1931 y más tarde, en febrero de 1936, confirmaran su traición a España rebelándose contra el orden establecido, iniciando una carrera de asesinatos, quemas, expolios y demás actos de piratería que llevaron, inevitablemente, a la confrontación entre españoles. Que no nos vengan con más zarandajas, que no nos quieran ocultar la realidad y que reconozcan que están dispuestos a pactar con los etarras a pesar de todo lo que ha sucedido; porque una cosa es evidente, tal y como ocurrió después del atentado de la T4 y tal como ha sucedido, recientemente, después de la ruptura por ETA de la tregua trampa; el señor Zapatero, nuestro Presidente, ha evitado, en todo momento, referirse a los asesinatos como tales ( meros accidentes) y, en ninguna ocasión, ni por casualidad, ha dicho que haya roto definitivamente las negociaciones con la banda terrorista. Es la prueba de que, hasta el lenguaje, ha sido pactado con la ETA a fin de mantener vivo, eso sí, el espíritu de Lizarra y las intenciones de los conchabados de dividir España. Como diría el poeta Günther Mohnnau: “Arderán con él la tierra, la gente, sus himnos, sus rezos…” No nos merecemos eso, no señores.
 

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