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cultura - VIERNES, 20 DE JULIO DE 2007


jovenes en el taller de pintura. nicol's.

taller de pintura / ACTIVIDADES
 

Los niños aprenden
a mancharse

Una veintena de jóvenes de 8 a 14 años participan en el taller ‘El arte es un juego’. Cultura proyecta organizar una clase semanal de pintura en el museo de las Murallas Reales
 

CEUTA
Elsa Cabria

elsacabria
@elpueblodeceuta.com

En el suelo hay un rollo de papel de aproximadamente tres metros, un cubo de agua, cuatro platos de plástico, otros tantos botes de témpera de diferentes colores (menos blanco) y 13 pelotas de ping-pong. Violeta Gómez- Barceló extiende el lienzo sobre el suelo del patio de armas de las Murallas Reales y trece niños se lanzan a tirar las bolas impregnadas en pintura sobre él. Después de quince minutos, el papel es un espectáculo de manchones.“Ya tiene utilidad. Servirá de fondo para la exposición, quedará muy colorido”, arranca la monitora de los cerca de veinte jóvenes de 8 a 14 años que participan en el taller de pintura ‘El arte es un juego’.

Hasta primeros de julio, cuando empezó el curso, los niños no sabían quiénes eran los fundadores de la Escuela de Tetuán y tampoco les decía nada el nombre de Gabriel Alonso, pero aún así han dedicado ocho horas a la semana, en la sala del fondo del museo a reproducir algunas de las obras que integran las exposiciones temporales de estos artistas.

Para ello, han tocado todos los palos: cera blanda, tiza sobre lija, texturas de papel de periódico con hilos y lanas, acrílicos más y menos profesionales y ahora la témpera. “Hay niños que han pintado hasta cuatro cuadros en tres semanas, otros uno. No se trata de perfeccionismo, es más el ritmo de cada uno”, apunta Gómez- Barceló. Esta dibujante de piezas arqueológicas metida a monitora dice que es la primera vez que trabaja con niños. “Había dado clases de artes plásticas, pero siempre a adultos. Aún así, la experiencia me ha gustado”, reconoce.

No fue ella la impulsora de la actividad. La responsable de Museos de la Ciudad, Ana Lería, la convenció para sumergirse en este proyecto que terminará la próxima semana y que se materializará en una exposición de todos los cuadros que han interpretado los niños. Y es que el plan pinta más ambicioso aún y para dinamizar el museo, se quiere ofrecer clases de pintura todos los sábados. Para los jóvenes, que en su mayoría tienen entre 8 y 10 años, es una buena noticia. “Nunca había hecho algo así y me ha gustado mucho. En invierno me apuntaré a algún curso”, asegura Helena.

Para Dalila no es la primera vez, de hecho también quería apuntarse al taller de fotografía digital, y cree que es una actividad “muy entretenida”. Algo similar sucede con Ángela que también suele pintar. “En mi casa, me gusta la témpera, me resulta divertido”. Esa es la palabra que todos los alumnos del curso repiten sin cesar: ‘diversión’. “Todos dicen lo mismo. Es verdad, están pasándolo bien, incluso hay un par de ellos que apuntan maneras en el mundo de la pintura”, añade Gómez-Barceló.

El taller no empieza sin música de fondo. Hay un carro de supermercado donde guardan todas las cosas: botes, folletos, pinceles, todo. “Han entendido que hace falta un orden para trabajar”, explica su maestra. Cada niño se enfrenta a su lienzo durante algo más de una hora. Hasta la semana pasada, cuando acabó la exposición de la Escuela de Tetuán, se dedicaron a interpretar los cuadros de Ahmed Amrani, Romain Ataallah, Saâd Ben Cheffaj y Meki Megara. Hasta el próximo jueves, el turno será del pintor ceutí Gabriel Alonso.

Percibir el arte

La estrategia creativa de pintar lo más parecido posible a la obra no es el sistema que emplea Violeta Gómez-Barceló. “Pueden pintar los cuadros iguales o completamente diferentes. Se trata de que recreen lo que les transmita, no sólo lo que vean”, explica. La clase de ayer fue una sesión de manchas. El peligro de las pelotas de ping-pong volando entre los niños hizo mella en sus ropas. No obstante, ya estaban advertidos: “¿Os acordáis? La mancha no sale”, recordó la monitora. Melenas, caras, camisetas, pantalones..., todos los jóvenes alumnos eran un cuadro en si mismos. Un festival de color fruto de una batalla de bolas contra el lienzo. “Esto es el arte más grande, lo que está aquí”, cierra Gómez-Barceló mirando a sus alumnos.
 

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