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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE JULIO DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

La alternativa islamista
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Vayamos al grano. Si aceptamos, en el juego político, la existencia de partidos demócrata-cristianos, ¿por qué no aceptar en el ruedo la participación de partidos islamistas…?. Me dirán que no es lo mismo y tienen razón: en el segundo caso falta el marchamo “demócrata” y en la mayoría de los casos el firme reconocimiento de las reglas del juego pero, si así fuera, ¿habría algún impedimento?. Claro que debemos abordar dos escenarios: el occidental y el de los países musulmanes. Centrémonos por ahora en los segundos. Mi idea es darle un repaso a tres casos diferentes, relativamente cercanos: Argelia, Turquía y Marruecos, por este orden, pues además de constituir sugerentes experiencias hay un marco referencial que guarda ciertas similitudes, quizás la más acusada la existencia de potentes Fuerzas Armadas en cada país, vertebradoras por lo demás del Estado y la sociedad y garantes en último término de la convivencia nacional.

La ilegalización del FIS tras su victoria electoral en Argelia en la década de los noventa y la toma del control por parte del Ejército (con los consiguientes excesos, justo es señalarlo), no fue sino una respuesta adelantada a los planes extremistas del “Frente Islámico de Salvación”, para los que la participación electoral solo era una táctica. Al igual que el nazismo en Alemania (Hitler llegó al poder tras ganar unas elecciones en 1.933), había indicios suficientes de que, en caso de acceder al poder, los barbudos radicales darían un golpe de Estado. Por otro lado los militares argelinos tenían muy presente la caída del régimen del Shá y la sangrienta implantación, por el iluminado y fanático Jomeini (al que Europa, Francia en este caso, le había concedido asilo político) de una cruel dictadura, la República Islámica de Irán, en la que durante los primeros años fueron pasados por las armas ochocientos militares de alta graduación. Por lo demás, el extremismo religioso del FIS fue el caldo de cultivo del terrorismo islamista en Argelia y el Maghreb. Turquía, el gigante euroasiático, vive hoy domingo unas elecciones legislativas anticipadas en un clima tal de inestabilidad en el que no sería extraño un atentado terrorista de gran magnitud. Con los islamistas (PJD) de Erdogan en el gobierno, gran parte de la sociedad civil turca ya se ha manifestado en contra de la “islamización” del país por la vía democrática y en defensa del laicismo “kemalista”, a la vez que militares en activo y en la reserva han hecho pública la “Declaración del 27 de abril”, en la que se oponen a que la Presidencia del país fuera también ocupada por un islamista, mientras el Estado Mayor del Ejército (en una demostración de legitimidad y fuerza) despliega unos 140.000 efectivos en la frontera con Irak sin el visto bueno gubernamental.

Finalmente el Reino de Marruecos se apresta, el próximo 7 de septiembre, a unas cruciales elecciones en las que parte como favorito, si bien con las alas recortadas, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (de siglas similares a su homónimo turco, el PJD) liderado por el doctor Saâd El Othmani, un médico de talante recto y conciliador, firmemente comprometido con un Marruecos en el que la cultura democrática se percibe cada vez más como un valor irrenunciable. El mismo PJD ha asumido expresamente el juego democrático y la asunción de la alternancia política, por lo que a mi parecer carece en principio de fundamento cualquier análisis que perciba un “golpe islamista” por parte de la formación de “referencia islámica” del doctor Othmani, si bien es cierto que existe en su interior un “ala dura”, fundamentalista, encarnada entre otros por el histórico Mustafá Ramid y, en Tetuán, Amín Boujoubza. El PJD tiene muy claras las “líneas rojas” que no puede traspasar, habiendo tomado buena nota tanto de la experiencia del FIS argelino como de los islamistas políticos de Erdogan en Turquía, que ni siquiera han llegado a impugnar (solo ralentizaron) las relaciones y maniobras conjuntas entre el disciplinado Ejército turco y el “Tsahal”, las Fuerzas de Defensa de Israel.
 

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