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OPINIÓN - JUEVES, 26 DE JULIO DE 2007

 

OPINIÓN / VERBA SEQUENTUR

Quien juega con fuego se quema
 


Miguel Massanet Bosh
miguelmassanet@elpueblodeceuta.com

 

Creo, definitivamente, que es bueno que el señor Rodriguez Zapatero empiece a desvelar cúales son sus planes para el futuro de España. A este respecto nos puede servir de guía su actuación ante el Congreso de las Juventudes Socialistas. Claro que se trataba de un entorno favorable, dispuesto a aplaudir todo lo que se les pusiera delante, aunque algunas de las cosas que se dijeran no podían considerarse más que utopías y disparos al aire con pólvora mojada. Pero, si buceamos en la mente de nuestro Presidente del Gobierno, si nos atenemos a lo que nos va diciendo, con cuentagotas, pero con vehemencia y convencimiento; nos podemos dar cuenta, cada día con mayor certeza,  de que nos encontramos ante un iluminado, un gran vudú, un predicador obcecado en convertir a toda la ciudadanía española no al socialismo, no al comunismo, ni tan siquiera a miembros de una secta satánica; sino a su propia doctrina, su especial y particular doctrina zapateril, su pensamiento retrógrado que pretende dirigir a la nación española a los años de la Segunda República, a las efemérides de 1934, a la España de la revolución de Asturias o a la España anticlerical del señor Azaña de 1931.

En realidad, si nos fijamos en lo que les dijo a los cachorros socialistas, hay cosas que poco se conpadecen con el ejemplo que nos está dando su partido. Por ejemplo, cuando habló de que la Educación para la Ciudadanía “enseña los valores de la Constitución”, ¿qué Constitución, la de 1978 o la que él se ha inventado? Porque si nos atenemos a la forma que él ha tenido de respetarla ¡vamos servidos! Si existe en toda España un manipulador de los principìos constitucionales ha sido con toda certeza el señor ZP; veamos sus intentos de pactar con los etarras, su empeño en favorecer a los separatistas ¿Dónde ve la unidad de la patria? Por otro lado, incumple lo dispuesto en el artículo 27’3 de la Carta Magna cuando entra en el ámbito de la privacidad de los ciudadanos, intentando decirles cómo han de vivir, cómo han de educar y qué principios se les debe inculcar a sus hijos. ¿Desde cuándo el Gobierno de la nación tiene facultades para decirnos lo que debemos pensar o hacer los españoles? Si no estoy equivocado, y no lo estoy, el Gobierno de la Nación debe estar al servicio de los ciudadanos que lo votaron y que, con la misma facilidad que lo eligieron, pueden, en otros comicios, descabalgarlo del poder y sustituirlo por otros completamente distinto. El señor Zapatero quiere imponernos su pensamiento único, totalitario, siguiendo el modelo Stalinista, para que la ciudadanía quede presa para siempre de un régimen cortado a su medida, donde ya no quepa la posibilidad de cambiar de modelo, donde desaparezca la oposición y donde se considere a la Iglesia y a la religión como algo perjudicial para los ciudadanos, que debe ser erradicado de cuajo. Igual, igualito que las prédicas de Azaña cuando la República de 1931, la abolición de la enseñanza pública, la expulsión de los jesuitas; la prohibición del culto católico en la España de 1936, fue el segundo pasó y, los asesinatos de religiosos y de cristianos por el mero hecho de serlo, que se prolongó durante los tres años de Guerra civil, fue el tercer paso. Parece que el señor Zapatero pretende imponernos el primer paso.

 Vamos a ver, señor ZP, ¿qué tiene que ver el culo con las témporas? La religión se ocupa de las almas de las personas y está la Iglesia en su derecho de aconsejar a sus fieles cual ha de ser su conducta en orden a los fines últimos de los hombres, en este caso la salvación de sus almas y el paso a la vida eterna. Las leyes del estado son inmanentes a su política, a sus ideas, pero no tiene ningún sentido de transcendencia en cuanto a lo que las personas piensen como tales, en cuanto a su conducta y en cuanto a lo que cada uno considera que debe ser su propio comportamiento, sus sentimientos y sus creencias. Es anticonstitucional, señores del PSOE, querer intervenir, influir u opinar en esta faceta de los ciudadanos. No puede un Gobierno, sea del signo que sea, encumbrarse por encima de la voluntad popular y querer erigirse en el Gran Protector asumiendo las funciones de un Dios pagano, o sea, constituirse en aquello que ellos mismos achacan a la religión. Vean, si no, la diferencia de lo predicado por la Iglesia, que reconoce, expresamente, que no tiene poder terrenal y que su labor está en el mundo de lo espiritual, moral y del recto comportamiento de los seres humanos. El “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” es la demostración más palpable de las aspiraciones de la religión y de los que la siguen.

Otra cosa es esta manía, casi obsesión, que le ha cogido a ZP con el tema de la tan sobada y repetida “paz”. Vamos a ver si nos centramos señor ZP. La paz es un bien al que aspiramos todos, es una aspiración a la que toda la humanidad tiene derecho, pero, y aquí todos van a tener que admitirlo; la historia ha venido demostrando que, desde que el mundo es mundo, muchas veces para conseguir la paz ha sido necesario la guerra. Podrá discutirse cuándo es procedente guerrear o cuando es mejor poner la otra mejilla; pero lo cierto es que hay ocasiones en las que, si no te defiendes, acaban contigo. Supongo que los del Frente Popular, los que masacraron impunemente a miles de religiosos y personas de derechas sólo por serlo, hubieran preferido que la otra parte no se levantara en armas para defenderse; no obstante, nadie les podrá negar su derecho a los oprimidos a no dejarse masacrar. Si con esta “paz” el señor ZR pretende que aceptemos, sin oponernos a ello, que cambie nuestras vidas, que destruya nuestra esencias o que pase su apisonadora totalitaria sobre España, y que nos quedemos tan tranquilos, que empiece a desechar estas ideas y se meta en un cenobio, porque los ciudadanos españoles ya han dado muestras, a través de la historia real de España (no la apócrifa que los progres de hoy nos quieren hacer tragar) que, cuando ha llegado el momento de la tiranía, han sabido reaccionar para poner las cosas en el justo lugar.
 

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