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OPINIÓN - JUEVES, 9 DE AGOSTO DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Por Dios, por la Patria y el Rey
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

El estribillo coreado por aquellas fieles masas de cresta colorada políticamente manejadas (“¡Detente bala!”) desde la vieja ciudad fundada por Pompeyo, encontró un “alter ego” allende el Estrecho a caballo de la dinastía alauí, “Alá, Watan, Malik”, quien como todos los regímenes de su género intenta apartar de su vera, como si fuera un sarpullido, cualquier atisbo de cambio estructural por medio de esos dos vehículos de alta velocidad sobre los que vuelan las nuevas ideas: el humor y la sátira. Más en vano, porque las medidas represivas no logran más que reforzar la crítica, que se amplifica como un eco. Tras la muerte de Hassan II y pese a la notable liberación de la vida política en el nuevo Marruecos que ha permitido florecer, al lado de medios oficialistas y controlados una prensa prestigiosa e independiente cuyo detonante fue la temprana aparición de “Le Journal” en 1.997, aun en vida del autócrata, dos preocupantes hechos embridan el asentamiento de una prensa libre, sin mordazas ni ataduras más o menos solapadas.

- Primero y paradójicamente las incesantes prohibiciones, secuestros de publicaciones o condenas a periodistas, una constante incomprensible desde el advenimiento al Trono del joven soberano Mohamed VI en el verano de 1999. Con todo, la nueva legislación al respecto que comento más adelante rebaja las penas de 3 a 5 años de prisión (con Hassan II se contemplaban de 5 a 20 años de cárcel) por difamación al rey o a la familia real.

- Segundo, la promulgación de un nuevo código de prensa en mayo de 2002, duramente contestado tanto en Marruecos como en el exterior. Junto a numerosas vaguedades, el Gobierno puede prohibir (artículo 29) la salida de cualquier publicación en la que perciba (¿donde está el criterio?) un ataque contra las cuatro “vacas sagradas” del régimen: el Islam, la monarquía, la integridad territorial (otro sacrosanto valor de fronteras desconocidas) y el orden público (reforzado además, dadas las circunstancias, por una nueva ley antiterrorista). No obstante, la prohibición gubernamental de publicaciones ya no es un acto meramente administrativo y debe ser ratificada por unos tribunales cuya independencia es relativa.

Este es el contexto en el que hay que situar el secuestro el pasado fin de semana de una de las publicaciones más prestigiosas de Marruecos, tanto por sus contenidos como por su solvencia: el semanario francófono “Tel Quel” y su versión arabófona “Nicham”, a raíz de la publicación según el Primer ministro Dris Jettu (citada por la MAP) de “un editorial y conjunto de artículos que contienen expresiones atentatorias contra las buenas costumbres y la moral pública, que ofenden los sentimientos de los musulmanes y constituyen una falta de respeto a SM el Rey”. Y digo yo, ¿no le habrá dado algún fiscal español “buenas ideas” a sus colegas marroquíes…? La chabacanería y el mal gusto nunca han sido mi estilo, pero “el ejemplo de El Jueves” ya fue aprovechado por periódicos partidistas como “L´Opinión” y utilizado por su director, Yamal Hajjam, para establecer comparaciones justificando así las restricciones que se abaten sobre la prensa marroquí. ¿Comprenden ahora el sentido de algunas de mis columnas, verdad? Qué más puedo decirles, salvo sumarme al jocoso espíritu de La Codorniz: “Bombín es a bombón como cojín es a x y me importa dos x que me cierren la edición”. Seguimos mañana.
 

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